CAPÍTULO 29

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SALVATORE.

Cargo a Victoria en mis brazos hasta su habitación, está profunda y parece una pluma en mis manos. Luce tan preciosa mientras duerme, se ve tranquila y dulce, algo que no suele transmitir.

Su piel blanca está manchada con leves pecas claras, algo difíciles de ver, solo se pueden diferenciar si se está muy cerca a ella, yo las note desde el primer día, aquel en el que me rompió la nariz. Sonrió al recordarlo, siempre tan rebelde y salvaje, los años pasan y empeora. Lo único que detesto cuando duerme es no poder ver el verde vivo de sus ojos, como sus pupilas se dilatan con facilidad, en especial cuando ve flores.

Algunas de las marcas en su cuerpo se visualizan a través del escote del de su vestido, ese sabor amargo aparece nuevamente en mi boca y recuerdo aquel día. Me tenso por completo y las ganas de hacer justicia por mi cuenta aparece nuevamente, pero la contengo ante mi palabra, sé que tendre mi momento después. Sé que Gerard está en un punto decisivo pero estoy seguro de que sobrevivirá, a pesar del asco que me da siquiera pensarlo, es un Masaveu.

Los pasillos estan desolados por lo que ni siquiera me esfuerzo en ocultarla. Cuando llego a la puerta, la sostengo con una mano y giro la perilla, el lugar aparece en mi campo de visión y muevo mis pies hasta su cama, la depósito con sumo cuidado para no despertarla y la arropó con las cobijas hasta su mentón. La admiro por varios segundos antes de marcharme. Me cuesta dejar de verla pero lo logro y me alejó del lugar.

Salgo por el pasillo desolado y al subir a la segunda planta decido ir al cuarto de mi madre, cuando paso por la oficina de Marcos las puertas negras se abren por completo con ferocidad.

No pasa ni un solo segundo cuando el general se viene contra mí, encuellandome. Se ve fatal, esta claramente alcoholizado, trae la camisa blanca y el traje completamente deshechos, esta sucio y varios mechón de su coleta pulcramente recogida le reposan en la cara y el aire, completamente despeinado.

—Se que ha sido usted, canalla de mierda. —espeta llevándome contra la pared.

Intento zafarme pero este afirma el agarre, no quiero estallar contra él.

—¡Gerard, esta así por su culpa! —vocifera en mi cara.

Calló. No dejo de mirarlo y enfocó molesto mis ojos en los suyos, son del mismo color que los míos y eso me ha hecho odiarlos por mucho tiempo.

—¡Le ha hecho algo así a su propio hermano! ¡¿Que clase de monstruo es?! —parece que va a estallar.

Muchas veces he visto a Marcos furioso pero pocas como hoy. Esta fuera de sí mismo y a decir verdad, me vale mierda.

—No hable de ello, cuando sabe perfectamente las veces que ha golpeado a mi madre, a su esposa. —bramo zafandome a las malas.

—¡Es diferente!

—¡No, no lo es! ¡Es la misma mierda!

Sus ojos arden como llamas y se acerca a paso lento y sigiloso.

—Usted no sabe una mierda.

—Se, mucho y eso le jode.

Niega con su cabeza y sube sus ojos a mí de nuevo, soy un par de centímetros más alto que él.

—Me jode lo mierda que es.

—Que cinismo. —rió sin una pizca de gracia— ¿Usted hablando de malas personas?

—No actúe como si no lo fuera. —me brama furioso.

—No lo niego. Pero acepte que es la peor escoria que ha llegado a este mundo.

LASCIVIA. (Pecados Infernales)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora