CAPÍTULO 38

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Me encontraba en la plaza comprando las lujosas y frescas telas que acababan de traer del mediterráneo para hacer los vestidos de las Masaveu, pues Delia estaba enloquecida por tener uno. Respecto a lo sucedido con ella, no podía decir mucho, hablar y estar solas era bastante incómodo, su mirada penetrante como la del resto de los miembros de su familia era casi someteredora, sus ojos fugases y cuerpo despampanante podría doblegar al mundo entero pero ella seguía empeñada en algo que nunca podría ser.

Doblo los largos metros de tela y los guardo en el talego que cuelga en mi hombro, me despido de la vendedora y salgo con dirección al carruaje, Héctor me había traído directamente aquí. Bajo por las cuadras en busca de mi amigo pero antes de seguir siento como dos brazos fuertes me toman desde atrás, trato de soltarme del agarre pero no puedo así que acudo a los golpes, en segundos le realizo una llave al sujeto que cae al suelo pero antes de siquiera reconocerlo otros dos vienen por mí, entro en pánico y mi cuerpo en estado de alerta, me muevo con agilidad esquivandolos, parecen tener entrenamiento militar, sus rostros no ne son conocidos y cuando confirmo que me tomara un buen tiempo derrotarlos a los tres me echo a correr.

Sin embargo, no logro alejarme mucho porque un objeto duro y seco se estrella en mi cien abriéndome la cabeza y haciéndome caer de inmediato al suelo, siento la sangre caliente caer por mi rostro e intento ponerme en pie de nuevo pero no puedo ya que vienen por mi y me tapan la cabeza con una lona negra.

—¡No, suéltenme! —grito pataleando en el aire.

De inmediato me callan con un puñetazo en el estómago que me quita el aire, me alzan entre dos y lo único que escucho es la puerta de al parecer una carroza mientras se cierra, un fuerte mareo se apodera de mí y poco a poco caigo en la inconsciencia. La amenaza latente me comprime el pecho pero no puedo hacer nada y con dificultad acepto mi destino y planeo la lucha que daré.

Unos gritos me despiertan, abro los ojos lentamente y lo primero que veo es la melena negra azabache de Salvatore, pestañeo varias veces aclarando mi vista y lo localizo golpeando a dos tipos mientras uno yace en el suelo.

—¡Les dije que no la tocarán, hijos de puta! —asevera furioso.

—Señor, nosotros... —uno intenta hablar pero el puñetazo en la mandíbula lo calla rápidamente y manda al suelo.

—Pero nada, imbecil. En la puta vida le vuelven a tocar un solo pelo. —los señala amenazante—. No los mato ahora mismo porque no me quiero encartar, así que recojan sus corotos y larguense muy lejos, no habrá próxima vez para ustedes si los encuentro.

Ninguno dice nada, tiemblan del miedo y como pueden se levantan marchándose, después de varios segundos escucho el sonido de una carroza alejándose.

Salvatore se da vuelta de inmediato y viene hacia mí con un tinte de preocupación en su rostro, me toma del mentón y quito la cabeza acabando con el agarre. Salvatore rueda los ojos.

—Por primera vez en su vida, no sea terca y déjeme ver la herida. —pide con un ligero tinte de molestia en la voz.

—¿Terca? —preguntó indignada— ¿Que mierda estoy haciendo aquí?

Él me ignora y sujeta mi rostro con sus dos manos, aprisiona mi cara en sus palmas y cuando intento quitarlo no me lo permite, examina la herida que esta en la cien y dice que debe coger unos puntos. Me exaltó y me levanto de inmediato de la silla donde me encontraba, ¿Porqué terminé con él?

—¿Por qué mierda estoy aquí y herida? —cuestiono molesta.

Salvatore se levanta adoptando mi posición.

—Que saliera herida no era parte del plan, solo la necesitaba y como sabe puedo tomar acción de traerla siempre conmigo.

La sangre me hierve ante su comentario.  Me giro furiosa ni siquiera quiero verlo, pero quedo encantada con la vista que tengo. Largos pasadizos de girasoles rodean el lugar, junto algunas filas de otras flores, pero me concentro en el amarillo que me acelera el corazón con los recuerdos. Me acercó a la orilla con incertidumbre, parece que estamos a una gran altura, la mandíbula se me suelta al reconocer la construcción, estamos en un castillo. Las paredes y muros se ciernen al rededor de nosotros e incluso hay un puente corredizo sobre un pequeño riachuelo en la entrada. Es como lo describen en los cuentos de hadas, la belleza es tanta que casi se me olvida que estoy secuestrada, dejo a lo más bello que he visto nunca y me giro furiosa.

LASCIVIA. (Pecados Infernales)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora