CAPÍTULO 13

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Dos días después me encontraba desayunando en la cocina cuando Juana entró a llamarme.

—Victoria, una mujer pregunta por usted. —informa.

—¿Por mí? —preguntó extrañada.

—Sí. —confirma— dice llamarse Antonia Santos.

Quedo sorprendida ante su declaración, no puedo creer que este aquí. Termino la comida con rapidez antes de levantarme y seguir a Juana hacia el comedor. Para mi mala suerte se encuentra toda la familia allí, contando a Marcos.

—Buenos días. —saludo al entrar.

Delia e Isabel son las únicas que responden mi saludo.

—Eran buenos. —comenta Marcos disgustado.

Lo ignoro completamente y me acercó a Antonia. La cual esta a un lado de Isabel de pie, tiene un hermoso vestido de color rojo entallado que se pega a sus curvas y cae pomposo por sus largas piernas.

—Que gusto que este acá presente. —declaró.

—El gusto es mío al verla. —responde.

Todos nos observan expectantes, siento la mirada de Salvatore perforandome la cien. Le dedico una casta sonrisa y escucho la voz molesta del General.

—¿Desde cuando las visitas de la mestiza son en mi comedor? —Brama molesto.

Abro la boca para decir algo pero Antonia me gana.

—Tranquilo General, que ya nos íbamos. —responde tomandome por el brazo— Su presencia tampoco es de mi agrado.

Quedo atónita ante sus palabras y me divierto al ver la cara que pone.

—¡¿Como se atreve a hablarme así en mi propia casa?! —se levanta de su silla furioso.

Ella ni se inmuta.

—Si tiene alguna queja hagamela llegar al correo de mi casa, ya sabe cual es mi dirección. —taja.

—La mestiza no tiene permiso para salir hoy. —zanja.

—Le he dado el día libre. —lo contradice Isabel.

—Callese, no le he dado permiso para hablar. —ordena Marcos.

Salvatore el cual estaba desinteresado y no se inmutaba ante la conversación pareció dejar todo de lado y enfrentarse a su padre.

—No le hable así a mi madre. —ruge molesto.

—Le hablo como venga en gana. —le escupe.

Salvatore le brinda una sonrisa burlona a su padre.

—Es lo que los imbéciles sin huevos hacen.

La cara de Marcos se transforma por completo.

—¡Soy su padre y merezco respeto! —brama.

—¡Y ella mi madre y también lo merece! —vocifera en el mismo tono.

—Cálmate, Salvatore. —interviene su madre.

—Hablaremos después de esto, maldito bastardo. Ya me arruinaron el desayuno. —lo señala su padre colocándose la chaqueta con numerosas insignias.

—Bastardo pero no su lamebotas. —habla contundente.

Su padre lo mira y escupe a su lado observándolo, Salvatore no se altera y le mantiene la mirada desafiante, decidido a no dejarse intimidar.

El General se va molesto del comedor, maldiciendo por lo alto. Nadie dice nada, Gerard tambien parece molesto y se va detras de él, aun tiene marcas de la pelea con su hermano.

LASCIVIA. (Pecados Infernales)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora