CAPÍTULO 33

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Habían pasado varias semanas desde el castigo de Salvatore, esa tarde fui directo donde Matilda la cual curó y vendo mis heridas, la hice prometer que no diría nada, mucho menos a Jorge. Amadeo ya se recupero por completo y ahora se infiltra junto a mí por las calles de Santa Fe. Mis días se basan en cumplir con mis obligaciones de modista y las que le vengan en gana a Salvatore, en mi tiempo libre visito las chicherias y el paraíso, cada vez nos expandemos más.

Las cosas se han complicado con los criollos, ya se estacionaron en el Palacio y repartieron las obligaciones y mandatos entre ellos, el pueblo está divido en dos, los ataques continúan en el sur y norte del país, pues las gentes no están dispuestas a ceder, no quieren más dictadores.

Hoy es un día especial pues ya después de mucho tiempo de recaudar gente y artillería estamos dispuestos a seguir en la lucha con nuestros ideales, hoy atacaremos en la plaza central, no estamos dispuestos a negociar con esos canallas y ellos tampoco piensan hacerlo. Los tomaremos de sorpresa, hoy las calles temblarán y correrán ríos de sangre.

Estoy en la habitación que me dieron desde que llegue, frente al espejo, recojo mi cabello en una larga trenza que cae hasta mis glúteos, el vestido blanco de mangas largas me cubre por completo, en especial la espalda la cual aún no termina de cicatrizar. Salgo del lugar y me escabullo por los pasillos evitando ser vista por los demás, hoy es domingo y muchos ya están en la plaza, la hacienda está casi sola. Me dirijo al quiosco, cuando llego me encuentra a Amadeo, esta listo y esperando por mí.

Nos saludamos y repartimos las armas, pues no podemos estar indefensos en lo que se viene, escondo dos dagas en el interior de mis muslos y el arma que me regalo Salvatore en los ligueros que cubren la larga falda. Jorge esta al tanto de todo lo que sucede y le pido que nos lleve a la plaza. Cuando nos acercamos nos vemos obligados a bajar pues el carruaje llama mucho la atención, llegamos al centro y le pido a Amadeo que siga adelante pues tengo que atender unos asuntos antes.

Bajo por las calles de Santa Fe con rumbo al paraíso, al llegar realizo el protocolo y como siempre es Brenda quien me abre, lleva el mismo vestido que yo y las demás, la saludo y me dirijo con las otras mujeres, todos aguardan, pues me esperaban para salir. Aunque ahora este con los hombres campesinos, negros, mulatos y demás, mi prioridad son ellas, fueron las primeras en apoyarme y las que más me empeño en cuidar, este grupo de libertadoras es mi mayor logro. Observo por el rabillo de mi ojo a Antonia, no nos hemos vuelto a hablar desde aquel día en que descubrió todo pero sigue aquí, ella también es parte de esto, fue la fundadora junto a mí. Y aunque ya no estemos juntas siempre le guardare un espacio en mk corazón.

El paraíso aún continúa en funcionamiento pero se ha inclinado a la causa y aunque sigan con las reuniones y actividades extraordinarias llenas de arte y dualidad el lugar se ha suministrado con sacos, armas, campo de combate y cientos de actividades donde todas se entrenan y mejoran sus técnicas de combate.

No digo mucho, todas están listas.

—Ahora si mujeres, a lo que vinimos.

Tomo entre mis manos el antifaz dorado y las demás copian la acción, en menos de nada el gran imperio de mujeres valientes y poderosas comienza a marchar junto a mí por las frías calles de la capital.

La gente que nos ve por el camino huye alarmada alejándose lo más rápido posible de nosotras y la plaza, pues saben lo que pasará y de lo que somos capaces.

Cuando llegamos el tumulto habitual de ciudadanos está por todo el lugar junto con todas las carretas de fruta, verduras y artesanías. La plaza se queda en silencio tan pronto nos ven, de inmediato aquellos que aguardaban camuflados salen a la luz, las personas comienzan a huir y a lo lejos veo a Camilo Rojas y a Lorenzo Peña dirigiendo sus gentes, uno a cada lado de las libertadoras, nos unimos en el centro de la plaza y juntos vamos hacia el palacio, decenas de guardias sale en defensa de este y de sus compañeros. No nos detenemos al estar frente a ellos quienes ya empuñan las armas apuntandonos.

LASCIVIA. (Pecados Infernales)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora