CAPÍTULO 53

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SALVATORE

Mi cuerpo choca con el de Victoria tras cada respiración, la observo dormir plácidamente con su bello rostro contra mi pecho, bajo por sus rojos labios, su arco de cupido, su fina nariz, pronunciados pómulos y termino en sus ojos, deseando que me estuviese observando con esos fugaces iris de color esmeralda y su inigualable brillo, es jodidamente hermosa, tanto que parece irreal.

Acaricio su cabello y noto la raíz roja, paso mis dedos por su ondulado cabello, despues de tanto tiempo descubro que no es pelioscura ni lacia sino crespa y pelirroja, después de dejar de aplicarse decenas de cosas en sus cabellos para engañarnos ya la puedo ver cómo realmente es y me parece aún más hermosa, sin embargo, peligroso para ella, a las mujeres de cabello rojo las consideran brujas y son cazadas sin parar.

La pego a mí pecho jurandome una y otra vez que haré hasta lo imposible para que nada le pase.

El calor comienza a asfixiarme por lo que decido dejarla a un lado y salir por algo de brisa. Me levantó de la cama y visto con una ligera bata de seda. A lo lejos observo a Delia, está sentada sobre un tronco en el suelo, toma café mientras mira a la nada, sonríe como si supiera que la están observando y gira en mi dirección aún con la sonrisa en su rostro, luce hermosa y me sorprende su vanidad pues ni siquiera en esta situación deja de utilizar sus costosos e incómodos vestidos.

Decido ir hacia ella bajo la mirada atenta de sus ojos, llegó y me siento a su lado.

—¿Cómo estás? —cuestiona tomando de su café.

—Bien.

Rodea los ojos y me provoca gracia.

—Lo sé, está completo, no le falta ninguna parte del cuerpo. —comenta irónica.

Ahora soy yo quien rodea los ojos  y ella ríe.

—Mi hermanito tan expresivo como siempre.

—¿Hermanito? Soy mayor que usted. —le recuerdo revolcándole el pelo como cuando éramos niños.

—¡Ey, Salvatore! —se queja y yo rio pues me causa bastante gracia sus muecas.

La dejo libre y ambos nos miramos aguantando la risa pero es cuestión de segundos para que estallemos en una fuerte carcajada, el tiempo parece ir lento mientras la observo tan feliz, su cálido y hermoso rostro me dejan ver lo feliz que esta siendo.

Terminamos de reírnos y me quedo extrañado, hace muchos años no lo hacía así con ella, creo que la deje a un lado entre tantas de mis labores. Mi hermana recuesta su cabeza en mi hombro mientras miramos los campos frente a nosotros.

—Lo amo, Salvatore. —confiesa sin mirarme.

La declaración no me hace sentir incómodo y por alguna extraña razón siento la necesidad de decirle que yo también.

—Yo también la amo, hermanita.

La veo sonreír y ninguno dice nada, nos mantenemos en esa posición absortos en nuestros pensamientos hasta que todos salen listos para seguir. Me despido de ella con un beso en la frente y un fuerte abrazo, Delia está siendo fuerte y sé que nunca se ha sentido tan libre como ahora y me alegro por ella, lo merece.

Vuelvo a la carpa y observo a Victoria cambiandose, la desnudez de su cuerpo provoca estragos en el mío, aprieto mis puños en busca de autocontrol.

—¿Hará algo o tengo que pedírselo? —dice sin darse vuelta y de inmediato me le voy encima.

Los besos comienzan y seguimos con una sesión de sexo intenso que nos deja agotados. No descansamos y seguimos el camino con los demás.

El camino comienza nuevamente pero noto que Victoria se siente mal, está palida, tiene mareo y un dolor punzante en todo el cuerpo. Le pido que se cambie a la carreta donde van Antonia, Delia, mi madre y su tía pero se niega, por lo que debo detenerme y llevarla a las malas cargada como un bebé, se queja pero no tiene muchas fuerzas para detenerme, la dejo con ellas y vuelvo a mi lugar.

LASCIVIA. (Pecados Infernales)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora