CAPÍTULO 37

502 17 6
                                    

SALVATORE

Mi culpa...

Las palabras de Victoria se quedan en mi mente mientras la cargo con rumbo a mi habitación. Se ve fatal, tiene unas grandes ojeras marcadas, se ve pálida y apesta a alcohol.

Aprieto los dientes con fuerza, me molesta que haga esto, que se ponga en riesgo, alguien más la pudo lastimar y ella tan irresponsable como siempre no se daría ni cuenta. Sin darme cuenta poco a poco comienzo a perderme en la paz y tranquilidad que irradia su rostro con los ojos cerrados, parece un ángel, odio admirarla, detesto no tener control sobre mí cuando se trata de ellla, que con una sola de sus miradas sienta que perderé los estribos. Agradezco que esta vez por lo menos no me mire.

Llego al cuarto y abro la habitación enojado, la muevo hacia el baño y cuando estamos allí, la llamo.

—Victoria. —su nombre suena suave entre mis labios.

La tomó del rostro y la llamo nuevamente pero no responde, joder.

La bajo con delicadeza con cuidado de no lastimarla y poco a poco comienzo a desvestirla, maldigo a voz baja cuando deslizó la túnica por su cuerpo y la dejó completamente desnuda. Clavó mis ojos en la pared, no quiero verla así, su cuerpo despierta tantas cosas en mí que desearla en este estado es una falta de respeto.

Paso una mano por debajo de sus piernas y la llevó hasta la bañera, abro la llave y de inmediato comienza a llenarse de agua fría, el fuerte grito que suelta me obliga a moverme hacia ella y taparle la boca, me da una mirada cargada de miedo y el pecho se me comprime, odio que me mire así, no me gusta que me tema, destapó su boca y acarició su cabello, ella me mira con esos ojos verdes, tan profundos... No digo nada y me muevo por el jabón, lo paso con delicadeza por todo su cuerpo, lavó sus cabellos mientras siento su mirada penetrante en mis labios, ignoro esa señal con dificultad y clavó los ojos en las velas frente a mí haciendo uso de todo mi autocontrol.

Su mano fría me toca la palma y me veo obligado a bajar mi mirada a ella, trago grueso cuando la veo, sus labios están entreabiertos, parece querer decir algo, pero calla y termina riendo. La miró extrañado, esta loca, bueno, borracha, malditamente loca ha estado desde siempre, lo supe desde aquel día en el que me rompió la nariz.

Antes de que pueda decir algo y sin siquiera tener el control de mi cuerpo mi mano se mueve sola y remueve su mechón rebelde de su rostro, nos quedamos mirando fijamente pero ella rompe el contacto y toma mi brazo con dificultad y lo empuja.

—No. —niega con la voz herida.

—¿No que? —cuestiono confundido.

—No haga eso, tratarme como una mierda y luego volver como si nada. —es evidente el nudo en su garganta.

Con que por eso lo hizo, no puedo creer que esto la esté atormentando, siempre luce impasible ante mí.

—No, volví como si nada...

Trato de explicarme pero me corta.

—No quiero escuchar su mierda, joder.

Le doy una mala mirada que ella sostiene, como siempre decidida a no dejarse intimidar de nadie, tal vez por eso me atrajo tanto...

No estoy con ánimos de pelear por lo que calló y continuo con mi tarea. Victoria se mueve incómoda y es ahí cuando mis ojos viajan por su cuerpo y veo las cicatrices en sus piernas y de inmediato recuerdo las de su espalda, algo me dice que las primeras yo también las hice, siento un golpe directo en el pecho y las manos me pican, siento la necesidad de castigarme por esto, me cae directo en la cara y me siento tan culpable, tan despreciable por el estado de Victoria. ¿Como pude hacerle eso?

LASCIVIA. (Pecados Infernales)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora