CAPÍTULO 27

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Entramos a la casa después de un buen rato, nos encontramos empapados y la linda y cálida cabaña nos recibe limpia y acogedora.

Mi vestido pesa el triple por el agua y mancho varias cosas por el lodo así que decido quitármelo en la entrada. Salvatore me mira atento mientras lo hago, a estas alturas no me importa que me vea en ropa interior o desnuda. Quedo en un delgado camison blanco de tiras que se ajusta a mis pechos y cae suelto hasta mis muslos. Veo como el hombre me mira hambriento, le gusta lo que ve y a mi me gusta que me vea. Antonia es un tema aparte y aunque aún siento culpa ya no me estoy privando del deseo que le guardo a Salvatore, lo llevo deseando por días y no voy a recriminarme pues ni él ni yo somos culpables de esta gran fuerza que nos atrae.

Salvatore decide hacer lo mismo, queda en calzoncillos y atrapó mi labio entre mis dientes al ver el gran bulto que se le marca, su ropa interior es de color negro y se mueve con seguridad por la casa, rumbo a la cocina. El lugar posee un gran mesón y una alacena llena de comida, es cálido y sus acabados son hermosos.

Calló mientras lo sigo, él me ofrece una manzana fresca y la tomó. Comemos en silencio hasta que un recuerdo viene a mí mente y río.

-¿De que se ríe? -cuestiona el pelinegro.

-De usted.

Eso no parece gustarle.

-De sus chistes. -repongo.

-Ácido un placer. -recuerdo entre carcajadas, su mirada se suaviza mientras me observa reír y calló de golpe.

Un silencio incómodo se forma.

-¿Donde esta el baño?

-Al final del pasillo a la derecha. -avisa y asiento.

Me levanto y siento su penetrante mirada en mi trasero.

-Pervertido. -digo sin voltearme

-Bestia. -lo escucho detrás de mí.

Al entrar al baño me reviso frente al espejo, estoy sonrojada y siento mi pecho a mil, no se que me pasa. ¿Es así como se siente la menopausia? Aplico un poco de agua en mi rostro antes de salir mientras me repito de soy una mujer no una niña y Salvatore no tiene ningún poder sobre mí.

Tiene bastante...

Mi conciencia me traiciona y cuando vuelvo a la cocina ya ha realizado una cena que se ve bastante apetecible. Me ofrece uno de los platos y tomo el que él tiene, no puedo confiar en él, estamos en medio de la nada.

Me mira enarcando una ceja.

-¿Que? -pregunto embutiendome la comida. Esta muy rica- ¿Quien me asegura que no me trajo a este lugar para asesinarme?

Él rueda los ojos, llevándose una cucharada de huevos a la boca.

-De querer hacerlo, lo hubiese hecho hace rato.

No digo nada y continuo comiendo.

-¿Este lugar es suyo?

-No, es la casa de un desconocido.

Ruedo los ojos.

-Sí, la compre hace un par de años.

-Seguro costo miles de pesos oro. -comenta Victoria y Salvatore asiente.

-Mi trabajo me lo permitía.

-Sí, fui condecorado y recibí una gran remuneración por mi labor en la guerra de España contra Francia. Lo gane por saber leer mapas y asesinar miles de personas, bacano. -comenta con sarcasmo.

-Que irónico, antes protegía a su patria y daba la vida por ella pero hace unas horas los atacaba. -comentó.

-Como dice usted "cosas de la vida" -me cita.

LASCIVIA. (Pecados Infernales)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora