CAPÍTULO 49

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Victoria

El tacto de una mano acariciándome las mejillas y el cabello me levantan con pereza y dolor, abro lentamente los ojos encontrándome a Salvatore a pocos centímetros de mi rostro, su azul me invade completamente mientras su mano toma mi mentón y sube sus labios hasta mi frente.

—¿Como se siente? —pregunta con una leve preocupación que intenta ocultar.

—Bien. —digo mientras intento sentarme en la cama pero una punzada de dolor me cruza la espalda y comienza a ardarme enormemente.

—Agg —me quejo cuando el dolor incrementa.

—No haga movimientos bruscos o se lastimara más.

Salvatore se mueve hacia a mí y me ayuda a sentarme recostando mi espalda lastimada son suavidad sobre el espaldar. El corazón comienza a latirme rápido ante su cercanía pero su cara de preocupación no me deja disfrutar su compañía y de inmediato recuerdo lo sucedido.

Observo rápidamente las prendas que llevo puestas y el lugar donde estoy. Estoy en la casa de Miguel, en la habitación a la que me escapaba para dormir junto al ojiazul, tengo un camisón blanco que me llega por debajo de las rodillas permitiéndome ver los morados y cortes en mis canillas y pies, mis ojos se abren exageradamente cuando veo mi tobillo, esta demasiado hinchado.

—Se troncho el pie, Miguel le acomodo el tobillo pero debe guardar reposo mientras baja la inflamación. —explica mirándome fijamente y bajando a darme un beso suave sobre los labios que me hace sonreír de inmediato.

—Salvatore... —lo regaño, no es momentos para esto.

—¿Que? —finge inocencia bajando su mano por la línea de mis pechos, lo hace para provocarme.

Lo miro y enarco una ceja, este solo movimiento lo obliga a separarse de mi mientras sonríe picaramente.

—Como usted quiera, preciosa.

Nuevamente me hace sonreír y siento que pierdo los cabales, no entendía como en días tan malos podía hacerlo, hacerme sentir bien y tranquila, sensaciones poco exploradas por mi a lo largo de mi vida, él era mi paz y mi calma.

—¿Como están los demás? —preguntó cambiando el tema.

El semblante de Salvatore cambia de inmediato a uno serio.

—Hay varios muertos, heridos y unos cuantos que volvieron a reclutar. —anuncia esperando una reacción mía la cual tarda en llegar.

Me bloqueo.

—¿Cuántos?

—Cincuenta y cinco, en total.

El sabor amargo vuelve a mí boca y maldigo una y otra vez a Marcos y a su hijo mayor.

—¿Y Miguel? —cuestiono.

—Ahí va, mi padre le dio una golpiza que estuvo al borde de asesinarlo —confiesa haciendo una mueca—. Apenas y se puede mantener en pie, pero alegó mucho para verla, quería revisarla y asegurarse de que estaba bien.

La noticia no me asombra pero si llega a impactarme, en un estado tan vulnerable como el que se encontraba ¿Por qué era yo su preocupación? Cuando toda su vida comenzaba a caer en pedazos, ¿Sería acaso culpa?

Una necesidad de verlo surge en mi y se que es necesario porque probablemente vuelvan por nosotros, y debía irme con mi gente.

Salvatore parece entenderlo con tan solo una mirada.

—Está en la habitación al final del pasillo.

Comienzo a levantarme suavemente aunque los huesos me quemen y la piel me arda, mi hombre intenta alcanzarme pero no se lo permito, no me quiero sentir como una inútil, odio ese sentimiento.

LASCIVIA. (Pecados Infernales)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora