CAPÍTULO 9

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Me la había pasado toda la semana confeccionando trajes y vestidos. Al fin terminaba el último, estaba satisfecha con el resultado. El vestido de Isabel y Delia era de color azul cielo, su vestido entallado en la parte superior estaba acompañado de un hermoso bordado con un recatado escote en forma de corazón y unas mangas cortas sueltas, la falda azul caía en varias capas de tela cubierta con un delgado tul transparente rodeado de encaje y bordados de flores a los pies y en la cadera. El vestido representaba mucho a Delia y en gran parte a su madre.

El traje del ojiazul era un pantalón sencillo de color negro con botones dorados, una camisa azul de cuello alto con bordados del mismo color en un tono más oscuro, lo acompañaba una chaqueta negra con sutiles bordados dorados en la manga y en la hilera de los botones, por último había diseñado una capa negra larga y pesada en el mejor material, la cual se unía con una ebilla en el cuello, claramente también dorada, pero esta era de oro con pequeñas esmeraldas incrustadas en su interior, la había conseguido en la plaza, él no se lo merecía pero tenía que impresionar a Isabel para seguir con el trabajo.

El de Gerard era muy sencillo, un traje elegante sin bordados en color azul cielo acompañados de un blazer y camisa de seda blanca. Seguro resaltaría su mirada.

Fui cuarto por cuarto entregando los trajes, Gerard no se encontraba por lo que se lo deje con su criada, nadie me abrió en la habitación del ojiazul por lo que decidí  devolverme con él.

Almorcé en la cocina con las mujeres, con el pasar de los días me aceptaron y dejaron de echarme cada vez que entraba pero aun teníamos que ser muy cuidadosas. Me emocione demasiado cuando Laila y Marcela escribieron su primera oración y Ana y Mercedes leyeron su primer párrafo. Me levante feliz para abrazarlas, ellas lo recibieron gustosas aunque al principio se les hizo extraño. Habían mejorado mucho en muy poco tiempo, se notaba su entusiasmo por aprender. Leí lo que decía el papel de Laila.

Gracias por enseñarme a escribir, niña Victoria.

Una gran sonrisa se esbozo en mi rostro. Luego leí el de Marcela.

Algún día espero ser tan lista y Valiente como Victoria.

Esas últimas palabras habían sido muy significativas para mí.

—Ya lo son, preciosas.

Aún no superaba la emoción que sentía por lo que ellas habían logrado. Sin darnos cuenta habíamos creado un pequeño alboroto en la cocina. Unos pasos se escucharon bastante cerca y toda entraron en pánico. Mercedes tomó rápidamente las hojas y las echo al fogón de leña mientras Laila se lavaba las manos con rapidez, tome la tinta y la escondí detrás de mí. La figura de Marcos entrando por la puerta e invadiendo el lugar nos dejo en silencio a todas.

—¿Que mierda esta pasando aquí? —preguntó en un tono molesto.

Ellas bajaron la mirada y no respondieron nada.

—¡Les estoy hablando! —espeto.

—Nada, amo. —respondió Marcela y este la tomó fuerte y la zangoloteo de lado a lado.

—¡No me mienta maldita negra, hasta afuera se escuchan los alardidos!

Intento protestar pero Ana me ruega con la mirada que me quedé callada, un golpe fuerte se escucha y giro mi cabeza para ver a Marcela en el suelo, corro a socorrerla pero ella se levanta rapidamente.

—No la toque. —me ordena furioso con sus ojos en llamas.

No me inmutó.

—¡¿Que coño hace la mestiza con las esclavas en la cocina?!

Todas guardan silencio y me veo obligada a improvisar.

—Vine por algo de comer.

—Yo no le pago para que se coma mi comida. Ni para que grite por mi casa, perra igualada. —me reprende.

LASCIVIA. (Pecados Infernales)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora