CAPÍTULO 4

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Esa noche me desvele pensando en esos ojos azules, trataba de recordar donde los había visto antes pero no lo lograba.

A la mañana siguiente estuve en la cocina preparando el desayuno con las demás empleadas. Pusimos la mesa y me  devolví para comer en la cocina. Al entrar solo habían mujeres negras, me serví y senté en una de las butacas, todas allí me miraron extrañadas.

—Niña Victoria, usted no debería comer con nosotras. El amo se enojara. —me informa la mayor de ellas.

—¿Por qué? —pregunté incrédula.

—Hay tres comedores, el de los esclavos, el de los nobles y el de los no nobles. Usted no pertenece a este, son las reglas.

—Pues no sigo esas reglas —respondí y rápidamente me fije que su comida no era la misma que yo tenía. Observe extrañada los masacotes de arroz y fruta dañada que estaban comiendo.

Todas se miraron entre ellas.

—Por favor, háganos caso. No queremos castigos. —me pidieron asustadas.

Con cierta rabia acepte.

—Está bien, me iré pero solo si reciben la comida de mi plato.

Negaron al mismo tiempo.

—Insisto, eso las enfermara —señale su comida con la cabeza.

—No tenemos permitido comer lo mismo que los amos.

—Ellos no están aquí, acepten, por favor.

Todas se miraron la cara y al parecer la más joven de ellas acepto y tomo con rapidez el plato a la vez que esbozaba una sonrisa.

—Niña Victoria tiene razón, nadie se dará cuenta. —empezó a comer con las manos— además estoy cansada de esa comida sin sabor.

Todas reímos por su último comentario.

—Tratos son tratos, me retiró.

—Gracias —expresaron al unísono.

Salí de la cocina rumbo al jardín. En medio de este había una silla alargada de color blanco, me senté y admire el paisaje. El silencio predominaba en aquel lugar, sus árboles verdes y sus flores brillantes estaban acompañados por el cielo azul y hermoso pájaros que iban de lado o lado.

Me gustaba observar, quedarme en silencio por un rato, no sentir nada más allá que solo mi presencia. Padre le llamaba entrar en un estado de consciencia, donde tenía la misma vibración con el universo, y todo era yo y yo era todo. Papá filosofaba mucho, siempre admire su capacidad intelectual, era la persona más inteligentes que conocía. Se preocupaba mucho por mi educación, desde los cuatro años me pagó un maestro particular a pesar de que no era bien visto por el resto del mundo, por ende mis clases siempre fueron ocultas, después de la muerte de padre el maestro Manuel siguió enseñándome, me enseñó todo hasta el último día que vivió, hace un año había fallecido y aún lo extrañaba, creo que lo haré por siempre.

A lo lejos ví como un carruaje se acercaba, estacionó frente a la casa y de allí bajo el señor de la casa con su pulida armadura e impecable uniforme de general, paso a mi lado y me echo una rapida mirada despectiva antes de seguir con su camino. Sentí como la sangre me subió a la cabeza y antes de que hiciera algo de lo que me arrepintiera entre a la casa y me dirigí a la habitación que me habían dado.

Ese había sido mi último encuentro con aquel tipo. Llevaba dos semanas en aquel lugar y trataba de evitarlo a toda costa, al igual que al ojiazul que solo veía en el desayuno antes de emprender mi huida hacia la cocina donde regalaba mi desayuno y me iba con una manzana en la mano a la silla blanca del jardín. Mis días se basaban en eso y en ayudar con labores domésticas en la casa.

LASCIVIA. (Pecados Infernales)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora