CAPÍTULO 8

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Habían pasado cuatro días desde mi pelea con aquel hombre, en el transcurso de estos días me había puesto a hacer ciertas labores, unas fáciles y otras no tanto, tales como recoger la basura, planchar todo su armario, darle de comer a los cerdos, arar la tierra y sembrar yuca, también fumigue varios cultivos y recogí maíz... Unas me costaron pero no eran nada en comparación de lo que me imagine que me obligaría a hacer.

Delia tenia una seria obsesión con los vestidos, podía asegurar que quería utilizar uno nuevo cada día. Acaba de terminar dos que me había pedido, uno era de color lila bastante sencillo, con tirantes gruesos y un escote en v, llevaba algunos bordados delicados en la parte de arriba y la falda suelta caía libre, el otro era color vinotinto, tenía un escote delicado e iba acompañado de un corset negro, la falda era pomposa y a los pies llevaba pequeñas flores bordadas en el mismo color. Iba rumbo a su cuarto para entregárselos, ello no se encontraba y por ende se los deje a Juana.

Al devolverme pase por un salón con una gran puerta doble de color negro qué no recordaba haber visto antes, la enorme magnitud de esta casa solía confundirme, su piso hecho en baldosas lisas y finas junto con las paredes tapizadas y en madera me hacían confundir de vez en cuando, esa casa era un maldito laberinto. Dentro de aquel cuarto se escucharon dos voces las cuales inmediatamente reconocí. Eran el General y Gerard, al parecer tenían un discusión. Me acerque sigilosa y los comencé a espiar observándolos por la pequeña rendija de las puertas que dejaban al descubierto sus rostros. Había un tercer involucrado el cual no reconocí pero supe era Español por su traje militar similar al del General.

-No podemos hacerlo, padre. -se negó Gerard.

-Claro que sí puedo, vosotros sois unos cobardes. -lo contradijo su padre enojado mientras lo señalaba a él y al que parecía ser su socio.- Estáis muy equivocados si piensan que me dejaré robar en la puta cara.

-Padre...

-Cállate. -lo corto su padre.

-Escúchame. -le pidió su hijo y este movió su mano en señal para que hablará rápido.

-Levantariamos muchas sospechas, podríamos planificarlo mejor. -advirtió a su padre- Que sea en una propiedad nuestra.

Su padre pareció pensarlo y yo me encontraba completamente confundida.

-Podemos citarlos y hacerlo parecer como un accidente. -lo apoyo el otro militar.

-Como dice el sargento Guzmán, -lo secundo Gerard- podemos citarlos en una zona verde y hacerlo pasar como un incendio.

Su padre asintió pensativo intentando armar el rompecabezas.

-Podemos ofrecer una cena como ofrenda de paz en nombre del Rey. -propuso Guzmán- les diremos que el rey ha perdonado su deuda y quiere darles algo como símbolo de un nuevo camino y prosperidad.

-Exacto. -Gerard lo apoyo- cuando todos estén juntos nos ubicaremos con otros militares en puntos ciegos y en árboles donde les dispararemos, al terminar juntamos los cuerpos y los quemamos.

El General guardo silencio.

-Hijos de perra, malditos mestizos. -soltó iracundo- Creen que podrán robarme a mí y no pagarme ni un solo interés. -rió sin una pisca de gracia y me sonó igual a la del ojiazul provocando que se me erizara la piel- Están muertos.

El silencio reinó por unos segundo antes de que el General volviera a hablar.

-Mande la cartas de invitación a todas las familias. -le ordeno a Guzmán.

-Como ordene General, en unas semanas ellos estarán allí reunidos. -le aseguró - me despido, buen resto de día.

El General no respondió e inmediatamente Guzmán se encamino a la puerta. No tuve tiempo para irme así que me pegue a la pared y cuando este salio, la puerta me cubrió impidiendo que me viera, solté un suspiro cuando lo vi a lo lejos. Nuevamente me dediqué a observar a lo hombres de esta casa.

LASCIVIA. (Pecados Infernales)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora