CAPÍTULO 17

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Hoy era el día donde celebrariamos nuestra feminidad en el paraíso de las mujeres. Isabel lucia un hermoso vestido rojo con encaje y bordados dorados, yo vestia uno de color lila en seda, muy sencillo, tenía un corte de bandeja y un trenzado en la espalda que dejaba partes de mi piel descubierta, la falda caía lisa a mis pies, era la primera vez que no usaba un vestido pomposo, estaba creando nuevos modelos y a las mujeres de la casa les encanta y parecía mucho más cómodo. Dejaba nuestra figura al natural, sin modificar nuestro cuerpo con entallados corset y aros incómodos cubiertos de varias capas de tela.

Isabel y yo nos encontrábamos dentro del carruaje que nos movilizaba a nuestro destino. Pasábamos por la plaza justo ahora, el ruido presente me relajaba, me gustaba ver a las personas felices y este lugar irradiaba felicidad. Era irónico, en el centro de esta asesinaban personas y miles de muertes y erradicación de familias y amores se habían llevado a cabo en este lugar. Dos opuestos, como en la vida y en el amor.

Llegamos al lugar y tan pronto estaciona el carruaje me bajo de primera emocionada, le ofrezco mi mano a Isabel para ayudarla a bajar y esta la toma gustosa levantando su falda. Le ofrezco una sonrisa antes de entrar al lugar. El protocolo es el mismo, esta vez tocó la puerta yo y sale una emocionada Brenda.

—Lindo vestido. —comenta cuando me ve.

Le ofrezco un sonido de oreja a oreja, me alegra que le guste a otra persona.

—Gracias.

Bajamos por las escaleras que se desplegan, la mirada de todas se postra en nosotras, llegábamos un poco tarde. La orquesta conformada por mujeres se encontraba en la pequeña tarima en un extremo del lugar. Las mujeres allí se encontraban completamente desnudas, tocando a su antojo los instrumentos y cantando hermosas melodías que creaban una sinfonía perfecta. La mujer al manso era Antonia y tan pronto me ve calla, todas voltean a la expectativa del porqué su silencio, se crea un ambiente tenso, o al menos entre nosotras dos. Ella retoma después de unos segundos y me dirijo con Isabel a mi lado hacia la mesa de siempre, donde nos esperan Maria Camila y Catalina. Las saludo con un beso en la mejilla y me siento cuidadosamente a su lado. Charlamos animadamente por varios minutos pero guardamos silencio cuando Antonia para su canto y se pone frente a todos alzando la voz.

—Como saben todas, el día de hoy estamos celebrando nuestra feminidad, por mucho tiempo nos han obligado a culparnos por nuestros cuerpos y actitudes, explicándonos lo como algo malo. —la escucho atentamente— pero hoy vamos a erradicar esa creencia que aún perpetua en nuestro fondo. Somos seres mágicos y merecemos que nos traten como tal, en especial nosotras mismas.

Concuerdo con cada palabra que sale de su boca, mis bases me enseñaron que mi sexo no era una debilidad, crecí con un hombre que me inculcaba día a día mi importancia y poder, años más tarde mi tía siguió con su tarea, era la mujer más libre que conocia, segura de sí misma y jodidamente rebelde, había ido en contra de todo para ser feliz. El día de su boda se arrepintió en el último segundo, pues sabía que no sería feliz; mi abuelo la echo de casa y la deshedero pero ella no se dejó caer ante eso y aunque su reputación había caído arruinada ella empezó a abrirse paso en el mundo hasta ser feliz, como ahora. La admiraba demasiado.

La mujer frente a mí me dedica una sonrisa inocente antes de seguir hablando.

—Hoy la pasaremos genial y será un día inolvidable. Repitan después de mí.—habla extendiendo su mano al frente, me levanto de la silla y la sigo junto a las demás.— Prometo amarme y protegerme cada segundo del día, prometo estar orgullosa de mí, así nadie lo este.

—Amo mi feminidad y cicatrices, amo quien soy quien seré. Hoy acabaré con todas aquellas cosas que me han hecho odiarme. —Repito después de ella.

LASCIVIA. (Pecados Infernales)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora