Sus dedos entran y salen de mí, empapandome en segundos, jadeo alto cuando acelera el ritmo y la palma choca contra mi carne haciéndome estremecer, aún estoy de espaldas y tomo su nuca mientras arqueo la espalda, se siente jodidamente bien. La sensación es exquisita, las corrientes eléctricas se mueven por cada célula de mi cuerpo y siento pequeñas contracciones por mi canal, sus dedos son ágiles, se deslizan con suavidad dentro de mí a la vez que soban mi parte más sensible.
Gimo alto, arañó su cuello y me pego a su pecho.
—Salvatore. —gimo su nombre.
—¿Que, Victoria? —cuestiona con la voz ronca contra mi oído.
Su mano sube a mi cuello y lo aprieta con delicadeza.
—Quiero darle placer, tenerlo entre mo boca. —susurro entre jadeos sonrojandome pues aún me cuesta decir cosas como esa.
—No. —se niega.
—¿No?
—No, hoy solo le daré placer a usted.
—Salvatore...
—No, Victoria, se lo debo.
—Por favor... —mi jadeo suena casi como una súplica.
No me permití decir una palabra más y me gira con algo de salvajismo dejándome frente a él y llevándome contra la pared. Sus labios van directamente a mi cuello, sus manos se adentra en el camisón y suelta mi sostén mandándolo lejos, sus manos me acarician y magrean, suelto pequeños gemidos disfrutando de cada sensación, mis pezones están tan sensibles que la mínima brisa me excita.
Salvatore baja hasta mis piernas y de un tirón me quita las bragas, no me permite decir nada mientras se adentra dentro del camisón y comienza a besar el lunar del que hablaba hace unos segundos. Su lengua es ágil, su boca chupa, lame y da pequeños mordiscos en los momentos precisos y lugares correctos.
Salvatore se levanta y mueve conmigo sin dejar de chupar hacia una pequeña mesa que esta en el centro del lugar, mancho mi piel blanca con pinturas de todos los colores cuandome posiciona sobre ella. Las velas blancas le dan un tono amarillento al lugar mientras la luz de la luna que se cuela por las ventanas nos brinda mayor visibilidad. El ojiazul me sube el camisón hasta la cintura listo para continuar con su tarea.
—¿Yo le hice eso? —pregunta con la voz herida refiriéndose a las heridas en mis muslos.
Siento que el pecho se me comprime.
Yo calló. La culpa está clara en sus ojos.
Se siente demasiado culpable y no es capaz de continuar con lo que estaba a punto de terminar, el deseo aún esta en él y su virilidad palpita con fuerza pero nada de eso le importa, porque justo ahora solo soy yo.
Me toma por la cintura y me levanta de la mesa para llevarme hacia un sofá que esta en una de las esquinas, me deja con delicadeza antes de bajar hasta mis muslos y besar cada una de mis heridas.
—Salvatore no es necesario. —trató de quitarlo pero este se aferra más.
No me escucha y pone su indice sobre mis labios, sigue besando mi delicada piel ahora marcada por su salvajismo. Sé que le duele de una manera profunda cada una de mis heridas y le quema el pecho al saber que fue él el culpable de estas. Sube hasta mi vientre y deposita un cálido beso antes de ponerse encima de mí con cuidado.
—Le suplico me perdone, no era mi intención hacerle daño —sus ojos me miran con ese hermoso e intimidante azul que los caracteriza y se me hunde el pecho— juro jamás volver a lástimarla.
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LASCIVIA. (Pecados Infernales)
Romansa¿Que pasa cuando tus ansías de libertad cuelgan de un hilo entre el amor y la justicia? Me criaron con ideales religiosos y sumisos, donde el rey era mi amo y el negro mi esclavo. Dos opuestos donde mi mente oscilaba para quedar limpia de mis actos...