CAPÍTULO 42

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Las piernas me pesan mientras corro, se me tensan los músculos y mi cuerpo me aclare que me detenga pero no lo escucho. Llevo casi tres horas entrenando, me levante a las tres de la mañana para empezar con una serie de ejercicios que me ayudarán tanto física como mentalmente.

Mi padre solía decir "debemos cuidar nuestra mente tanto como nuestro cuerpo" no entendía por completo sus palabras hasta el día de hoy. Apreciaba su peso e importancia.

Mis ropas son pesadas y algo incómodas, estoy en una bata larga de color blanco que me llega hasta los pies y una túnica encima. No tengo ropas cómodas para esta labor pero no es un impedimento para mis movimientos, mi mente máquina una y otra vez. Necesito que el túnel esté listo en poco tiempo, todo sucede muy rápido y un ataque de Marcos se avecina, lo siento.

Pienso en como sacar a Camilo lo antes posible de ese lugar, me inquieta saber en que condiciones esta allá, lo mal que se debe sentir y los pésimos tratos que les están dando.

Detengo mi camino, estoy alejada de la casa en uno de los potreros, cerca a una de las entradas del bosque que rodea la propiedad, cuelgo un saco de arena sobre una de las ramas del árbol frente a mí y comienzo a golpearlo una y otra vez. Mis golpes son fuertes y ágiles, lanzó puños, patadas, me defiendo con los codos y aumento la velocidad. El entrenamiento es duro pero necesito volver a ponerme en forma para lo que se viene, no necesito alguien que me defienda cuando toda la vida lo he hecho yo sola.

Me detengo sudorosa, las prendas están empapadas y el cabello se me escapa de la trenza alta para pegarse a mi rostro, mi respiración está acelerada y apoyo mi frente sobre el saco mientras lo abrazo para que se quede quieto. Me mantengo en esa posición por varios minutos mientras silencio todo el ruido que hay en mi mente en busca de algo de paz.

Después de la muerte de mi padre eso es todo lo que he añorado, un poco de paz. Y es que mi mente parece ir tan rápido y ser tan ruidosa que me cuesta seguirle el paso y silenciarla por un tiempo. Mi corazón siempre va rápido y mis manos cosquillean, siempre estoy inquieta pero todo eso desaparece cuando estoy cerca del ojiazul, él parece detener todo eso, tener el absoluto poder sobre mí. Eso me cabreaba pero también me hacía sentir bien, él podía ayudarme con cualquier cosa y darme ese calma que siempre yo anhelaba.

Sus ojos vienen a mí mente y ese sentimiento extraño me golpea de frente, es algo imposible de describir pero me gusta, me siento plena, libre y querida. Como si sus ojos fueran mis salvación y sus labios mi perdición pero añoraba sentir ambos sobre mí, porque me hacían sentir viva.

Decido volver a la hacienda antes de que los demás se levanten con el tema del ojiazul fijo en mi cabeza, intento descubrir que me pasa, que es esto que siento y me hace sentir como si estuviera a punto de perder la cabeza pero no hallo la respuesta.

Me doy una ducha y me visto con telas sueltas, una falda que no me impide movimientos y zapatos cómodos, me alistó para el día de hoy, será un día largo.

Salgo de la habitación y entrego todos los trajes y vestidos que me pidieron los Masaveu esta última semana, llevo con cuidado los trajes especiales pues al parecer maña irán a un evento especial, me moría por saber que era pero ni siquiera Isabrl pudo darme respuesta,  al parecer eso solo lo sabia Marcos.

Salvatore no está en su cuarto por lo que dejo las prendas sobre su cama, una manta blanca llama mi atención y me muevo hacia ella con curiosidad, la levanto para poder ver lo que cubre y la boca se me abre de golpe al ver un retrato sobre mí. Estoy desnunda completamente, mi cara indica grandes cantidades de satisfacción, es evidente lo que pasa, él está entre mi piernas, sus manos sobre mis caderas reclamándome como suya mientras mi espalda se arquea sobre las sábanas blancas y mi boca suelta una ráfaga de gemidos, me sonrojo de inmediato.

LASCIVIA. (Pecados Infernales)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora