CAPÍTULO 12

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Al día siguiente lo primero que hice fue visitar a mi tía, después de comprarle varias cosas en la plaza. Al llegar me recibió gustosa como siempre, charlamos y cocinamos juntas como lo solíamos hacer antes, me hizo mi pastel favorito y en la noche dormimos juntas. Quede profunda en sus brazos mientras me acariciaba la cabeza, sin duda ella siempre sería mi lugar seguro.

No le había contado nada sobre Marcos, Jorge o Salvatore, no quería preocuparla. A la mañana siguiente me despedí prometiendole volver pronto.

El camino a la ciudad se me hizo corto, pues había tomado prestado uno de los caballos del establo. Era hermoso, su pelaje negro resaltaban sus ojos azules, esa descripción me recordó a alguien... era ágil, muy veloz y nos entendíamos bien.

Al llegar me voy directo al establo para dejar al animal, pero me encuentro con uno más grande en un modo agresivo. El ojiazul ya no tiene la férula ni el cabestrillo.

Los ojos de Salvatore se convierten en llamas arrasadoras tan pronto me ve. Me bajo desinteresada del caballo para luego escuchar su reprimenda.

-¿Desde cuando aquí usted toma mis cosas? -brama furioso.

-No sabia que era suyo. -me excuso con ánimo de evitar una pelea.

-Todos los que están acá son míos. -aclara.

-No se va a morir si no utiliza este -señale al negro en el que venia- por un día.

Camina hacia mí determinado como un león acechando a su presa, salvo que yo no soy una presa.

-No me gusta que tomen mis cosas, Victoria. -espeta.

También empiezo a caminar.

-Y a mí no me gusta que me hagan reclamos o me hablen en ese tono,-lo señalo- usted esta haciendo las dos. -aclaro.

Quedo frente a él a escasos centímetros.

-Yo trato a lo mío como se venga en gana. -declara.

-Pues que bueno que no soy suya. -le suelto con firmeza levantando mi mentón.

En un movimiento rapido me agarra con fuerza del cuello y me estrella contra uno de los postes del corredor.

-¿Que tan segura esta de eso? -cuestiona burlesco.

-Muy segu... -apreta mi cuello evitando que termine la frase.

-No he escuchado nada. -alega.

Trato de hacerlo nuevamente pero la voz no me sale, arañó su brazo y su mano para que me suelte pero no se inmuta ante eso. Lanzó patadas en su dirección pero solo le logró calar una, se enoja y pega su cuerpo al mío con fuerza inmovilizandome. Afloja el agarre en mi cuello y suelto un jadeo desesperado por aire.

-Suélteme.

-No.

Intento alejar su brazo con mis dos manos pero su fuerza y cuerpo son una burla comparado conmigo.

-No soy suya. -suelto fiera.

-¿Necesita que le recuerde nuestro trato y como temblaba debajo de mí al sentir mis labios contra su piel? -cuestiono acercando su labios a los míos para luego olfatear mi cabello y bajar a mis clavículas.

No podía dejar que volviera a suceder lo de la vez pasada así que empecé a protestar.

Su lengua lamio mis claviculas y bajo por la línea de mis pechos, mi piel se erizo al sentirlo y luche con todas mis fuerzas para mantenerme firme.

-No soy suya. -repetí determinada.

Su lengua se detuvo para subir a mi oído.

-¿Segura? -susurró provocando escalofríos en mí.

LASCIVIA. (Pecados Infernales)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora