CAPÍTULO 19

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Voy directo al quiosco, tengo un par de asuntos pendientes que resolver. Son las dos de la tarde y los esclavos están en su pequeño descanso. Tan pronto entro al lugar la mirada de todos se postra en mí. Saludo con la cabeza y me voy directamente al lugar de Héctor, esta sentado en el suelo dándome la espalda.

—Hola. —lo saludo y ni siquiera me mira.

Me siento a su lado y guardo silencio por un buen tiempo.

—¿Esta bien, Héctor? Mercedes me dijo...

—¿Desde cuando le importamos? No le importo aquellos que capturaron, dejo que los asesinaran. —brama rabioso.

Una punzada de culpa aparece en mi pecho

—No podía hacer nada.

—Con decir su nombre era suficiente. —zanja.

Reconozco su rabia y negación, también la tuve los primeros días. Tomó su mentón entre mis manos tiemblan lucha por soltarse pero afianzó el agarre.

—Escúcheme. —ordenó ante su rebeldía— Está enojado y no es conmigo, —giro su mentón y lo obligo a mirarme— es con usted mismo y lo está carcomiendo.

Sus ojos miel me miran, noto esa culpa y un brillo se apodera de ellos.

—Los veo cuando duermo. —confiesa— quiero culparla a usted pero sé que la culpa también fue mía.

—Lo hicimos por ellos —le recuerdo— muchas personas se salvaron, incluidos niños y mujeres.

Él calla.

—Soy una mala persona. —declara.

—No lo es. Hizo lo necesario por proteger a quienes lo necesitaban, eso es de valientes.

—No creo poder olvidar esos rostros.

Yo tampoco

—Todo fue por una lucha, deben estar agradecidos porque sus hijos y esposas aún siguen vivos.

Él analiza mis palabras y yo calló, nos mantenemos en silencio hasta que Emilio aparece.

—Es hora de trabajar. —anuncia.

Pasa por nuestro lado y parece que a comparacion de Héctor esta muy bien, como si no hubiese pasado nada. Me levanto lista para irme pero una voz me detiene. Giro para verlo y esta allí, sin camisa y lágrimas en los ojos.

—Niña Victoria —habla y noto su rostro libre de vello y su cabello turco. Ya todos han salido.— no puedo estar solo una noche más. ¿Puede venir hoy? Yo le dejo la palmicha.

Suena casi como una suplica y no puedo no asentir con la cabeza. Él se acerca a mí con cierta duda, se que quiere abrazarme pero algo no lo deja así que lo hago yo. Lo atrapó con mis brazos mientras sobo su espalda desnuda. Él se separa después de varios segundos.

—Tengo que volver a trabajar —anuncia y asiento.

—Nos vemos después. —aseguró.

Él me da una rapida reverencia antes de irse. Tomó valor para ahora dirigirme a la cabaña de Jorge. Doy dos golpes y es Juana la que me abre.

—Hola. —saludo— ¿Esta Jorge?

Ella se corre para dejarme verlo, esta haciendo un cajón de madera. Gira a mirarme pero siento que esta vez su mirada se suaviza.

—¿Puedo hablar con usted?

Él no dice nada, solo se levanta y sale del lugar pasándose por un lado.

—Hable, Victoria. —suelta tan pronto estamos lejos de la cabaña.

—Creo que lo de ayer no fue una buena disculpa, así que vine a hacerlo de nuevo.

LASCIVIA. (Pecados Infernales)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora