CAPÍTULO 36

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Es de noche, me muevo inquieta en la cama, han pasado horas y aún no logro conciliar el sueño. Mi cuerpo suda y mi entrepierna está mojada, no puedo parar de imaginarme una y otra vez con el ojiazul. Tengo la boca seca y la respiración acelerada, no puedo parar de pensar en como se sentía entre mis manos y ahora deseo sentirlo dentro de mí.

Me levanto de la cama y me coloco una bata negra encima. Salgo al pasillo para tomar aire y me dirijo a la cocina, tomó un vaso y lo lleno de agua, lo bebo en segundos desesperada pero la sed no desparece, por el contrario incrementa.

—Hijo de puta. —lo insulto golpeando el mesón frustrada.

Esta es la tercera noche donde pasa lo mismo, no puedo dormir y el deseo es insaciable, haga lo que haga no para. No aguanto más y decido moverme rápidamente al cuarto de Salvatore, tal vez lo hago por instinto, no sé que estoy haciendo.

La hacienda se siente vacía, todos duermen y los pasillos estan a oscuras, sigo el camino que me se de memoria y he deseado recorrer una y otra vez esta última noche.

Llego a la puerta y pienso en golpear pero me arrepiento y termino entrando, el ojiazul nunca pone seguro en las noches. Me adentro en el lugar y lo observo, me siento como una acosadora. El hombre de melena negra yace en su cama profundo, la sábanas las tiene hasta la cintura, dejando libre su pecho desnudo y marcado. Lo observo y a su perfecto rostro, me es imposible no pasarme la lengua por los labios humedeciendolos pues la escena me ha secado la garganta.

No pienso cuando me muevo hasta a él, soy sigilosa y me muevo con precaución, observo las cadenas que caen desde arriba y con las que me amarro hace unos días, las alcanzo y en dos movimientos ágiles atrapó sus manos. El hombre se despierta de inmediato y me mira con esos ojos azules que me remueven todo, paso saliva, no tengo ni puta idea de que decir.

¿Como le digo que llevo tres días deseando que sus manos recorran mi cuerpo y besen cada centímetro de mi piel mientras lo monto sin parar?

—¿Que hace aquí? —pregunta serio, por su tono de voz sé que está molesto.

Estoy sobre él y el hombre se mueve inquieto para que me levante pero no lo hago.  Paso mis manos por todo su pecho desnudo y subo mis ojos a los suyos.

—No podía dormir. —confieso.

—Ese no es mi jodido problema, fumese un puro o lo que sea. Ahora suélteme y larguese antes de que la atrape. —espeta en un tono alto.

—No. —me niego.

—¿No? —cuestiona enojado.

—Sí, como escucho. No lo soltare hasta que me venga en gana. —reveló segura.

No se en que momento esa seguridad vuelve a mí, pues cuando estoy con él se esfuma.

—Victoria... —amenaza.

—¿Si, Salvatore? —preguntó levantándome.

Antes de que pueda pararme ejerce una llave sobre mí con sus piernas dejándome boca abajo con la cara contra la cama y el culo hacia arriba, sonrió ante la vista que le doy.

—No juega conmigo, sabe que no termina bien, esclava.

Su voz como un susurro peligroso que me eriza la piel y aumenta mi deseo.

Eso lo sé, señor. Y le recuerdo que no le temo. —aseguró.

Como puedo me muevo hacia delante en medio de la posición que comienza a ser dolorosa para que la bata corta se suba un poco más dejando expuesta por completo mi entrepierna, siento como mis jugos bajan por mis piernas y como Salvatore se tensa, el agarre se incrementa.

LASCIVIA. (Pecados Infernales)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora