CAPÍTULO 32

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A la mañana siguiente me levante asustada tras los golpes urgidos de Ana en la puerta de mi habitación.

Me levanto apresurada de la cama y rápidamente abro la puerta. La mujer con la que me encuentro esta a media ropa, los remiendos de tela se escurren por su voluptuoso cuerpo, me mira sin mucho detalle y habla con rapidez.

—Victoria, la necesita el amo Salvatore. —informa.

Mi cara de confusión debió ser más que obvia.

—Con urgencia. —añadió.

—¿Para que require de mi presencia? —cuestiono confundida.

Mi mente me recuerda a mi trato con él, ya me estaba acostumbrando a mi libertad... Ana abre su boca para hablar pero la interrumpo.

—Ya lo recordé, es un segundo estaré allá.

Ella asiente sin decir nada y se marcha de la habitación, cierro la puerta detrás de mi, con el orgullo en la garganta procedo a organizarme para salir a los pocos minutos. Un nudo se postra en mí garganta, obligo a mis piernas a moverse, no quiero llegar a la guarida del diablo, me repito una y otra vez porque estoy aquí y cual es mi objetivo, mi sed de venganza es más grande que cualquier cosa por lo que dejo a un lado mi orgullo.

En segundos que no senti por estar hundida en mis reprimendas mentales estoy frente a su puerta, esta tal y como la recordaba, el sentimiento que siempre invade cuando estoy en este lugar vuelve a aparecer haciéndome cosquillar el estómago. Antes de que pueda tocar la puerta esta se abre de golpe, exaltandome y desubicandome por unos segundos.

Salvatore se encuentra frente a mí con el pecho desnudo y la toalla alrededor de la cadera, el pelo húmedo se le pega al rostro y casi puedo sentir como mi aliento se esfuma, este hombre tiene de hermoso lo que tiene de cruel y aún no me he acostumbrado a ello, dudo que algún día lo pueda hacer. Con esfuerzo me aclaro la garganta.

—¿Me mando a llamar, señor?

Lo llamo como solía hacerlo en esta posición hace semanas, sé lo mucho que le gusta que lo llame así. Tengo que hacerle creer que tiene todo el poder sobre mí.

—Es obvio, o sino no estaría aquí, ¿No cree? —habla sarcástico con su usual tono cortante.

Me muerdo la punta de la lengua para no responder, sin poder controlar el impulso mis ojos bajan hacia la v que se marca en su pelvis y que tanto me gusta contemplar, si pudiera ver más allá...

Alejó mis pensamientos impuros y subo nuevamente mi mirada, su mirada altiva me confirma que noto lo que rondaba por mi mente, maldición. Antes de que pueda decir algo se da vuelta dejándome ver sus cicatrices de la espalda y paso a la habitación. Entro con cierta resignación cerrando la puerta a mi espalda.

No dice nada y mis ojos van de inmediato al cochinero que hay en el piso, un camino de lodo seco mezclado con húmedo forman un pantano por toda la habitación, el olor no me incomoda pero el desastre me desconcerta.

—Antes de que vuelva la habitación debe estar limpia y el suelo reluciente. —la voz de Salvatore se abre paso en el silencio de la habitación, la frialdad me choca e incómoda— no podrá usar nada más que lo que le ofrezco.

Señala con la cabeza un par de objetos que se encuentran en la esquina de la habitación y que no había notado antes, un cepillo diminuto con pocas hebras y un balde con agua sucia reposan a un lado de donde inicia el marranero.

—Nunca podré ter... —Salvatore me interrumpe.

—Ese no es mi problema. —escupe con desprecio.

LASCIVIA. (Pecados Infernales)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora