Te puedo traer el cielo (Barón Zemo)

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Prólogo: Zemo reaparece justo en el día más importante de tu vida.
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Era el día de tu boda.

El día por el que llevabas muchísimo tiempo esperando, al fin había llegado, y sin embargo no estabas lista.

Aún estabas encerrada en tu cuarto del hotel donde se celebraría la ceremonia, encerrada y simplemente dando vueltas en círculos, jugando con tus manos nerviosa y pensando en si esto era lo que realmente querías.

En un momento alguien llamó a la puerta, y te quedaste quieta en medio de la habitación.

–¿Quién es?

¿Por qué no abres y lo averiguas tu misma?–Te respondió la persona del otro lado.

Al oírlo, te quedaste helada. No escuchabas esa voz hacía más o menos tres años, y aún así todavía no la olvidabas.

Te acercaste rápidamente a la puerta y la abriste, viendo a la persona ligeramente boquiabierta y sin saber qué hacer.

–¿No me vas a invitar a pasar, querida?–Te preguntó Zemo con una sonrisa.

–C-claro, si... lo siento...–Te hiciste a un lado, apartando la cola de tu vestido para que no le estorbara, y cerraste la puerta tras él.

–Tienes una linda habitación aquí... ¿te molesta si me sirvo un trago?–Te preguntó acercándose a la pequeña mesa donde había una botella de whikey y unos vasos.

–Adelante.–Respondiste acercándote un poco, pero dejando al menos un metro y medio de distancia entre ambos.

–Debo decir, que no fue nada fácil encontrarte. Pero valió la pena. Te ves absolutamente hermosa y radiante, querida mía. Pero eso es costumbre para ti, te ves así de deslumbrante todos los días.–Te dijo con una sonrisa sincera, bebiendo de su vaso.

–¿Cómo escapaste de prisión?–Le preguntaste tratando de contener tus lágrimas.

–Preferiría reservar los detalles para mi y no meterte en problemas. Pero sí puedo asegurarte de que existe la posibilidad de que recibiera ayuda.

–¿Y a qué viniste?–Seguías jugando nerviosa con tus manos bajo la mirada atenta del barón.

–Vine a recuperar lo que alguna vez prometiste podía ser mio. O al menos intentarlo. ¿De verdad creías que permitiría que te casaras y no dijera nada al respecto?–Te preguntó con expresión triste.

Apartaste la mirada de él, soltando un suspiro y viendo en cualquier dirección para así evitar que las lágrimas cayeran por tus mejillas y arruinaran tu maquillaje.

–Sinceramente creí que no te interesaba. Al fin y al cabo, me rechazaste.–Levantaste la vista para observarlo con lágrimas en tus ojos y una sonrisa triste.

–Y qué tonto fui al hacer eso. Mi tiempo en prisión me permitió darme cuenta del error que cometí al rechazarte, y me abrió los ojos para darme cuenta que yo también siento lo mismo por ti.–Se fue acercando a ti, dejando su vaso a un lado para tomar tus manos con la suya derecha y la otra la dejó en tu mejilla.–Siempre lo hice, solo tenía miedo de pensar que tal vez estaba traicionando a... bueno... mi esposa. Pero ella ya no está, y le hubiese gustado que fuera feliz con alguien más.–Te dijo con una sonrisa, acariciando tú rostro y observándote como si fueras la piedra más preciosa que jamás haya visto.

–¿Y por qué me dices esto ahora?–Le preguntaste mientras las lágrimas comenzaban a salir de tus ojos, haciendo que tu maquillaje se estropeara ligeramente.

–Intenté contactarte, pero no me lo permitían desde prisión. Por eso escapé, para estar contigo.–La sonrisa no se le borraba del rostro, y con su pulgar en tu mejilla limpiaba las pequeñas lágrimas que caían de tus ojos.–¿Sabes, mi querida T/N? Dicen por ahí que los hombres buenos y correctos te van a llevar hasta el cielo...

...sin embargo tu y yo sabemos que yo no soy bueno, mucho menos correcto. Pero estoy dispuesto a traerte el cielo, la luna, las estrellas, el sol, e incluso el mismo infierno si me lo pidieras. Te lo traería hasta ti para tan solo recibir una sonrisa tuya. Esa sería mi recompensa.–Puso su otra mano en tu mejilla, y las acarició con ternura sin dejar de verte.–Ven conmigo. Puedo hacerte feliz, más que cualquier persona nunca jamás lo ha hecho. O lo podrá hacer.

Sé dónde escondernos para que nunca nadie nos encuentre, y podamos vivir felices. Hay un auto esperando por nosotros fuera si decides venir, pero si no, entonces puedo desaparecer de tu vida y dejarte en paz... tu decides, querida mía.–

Todo lo que te estaba diciendo era demasiado. Aún lo amabas, siempre lo hiciste, ni si quiera cuando te forzaste a odiarlo pudiste conseguirlo. Pero ahora estabas a minutos de que tu boda iniciara, encerrada en tu habitación de hotel con el hombre que siempre habías amado, ofreciéndote la oportunidad de escapar juntos.

¡T/N, hija! ¿Estás lista?–Escuchaste a tu padre hablarte del otro lado de la puerta.

Te volteaste hacia allá, y Zemo dio un paso hacia atrás, limpiando rápidamente la diminuta lágrimas que se le había escapado.

–¡Sí, ya casi! ¡Solo dame unos minutos y voy!

Apresúrate, ya todos te esperan.–Dijo antes de irse.

–Supongo entonces que ésta es nuestra despedida.–Te dijo con una triste sonrisa y agachando la cabeza, sujetando ambas manos detrás en su espalda.

–¿Acaso me oíste decir que no?–Le dijiste con una sonrisa, lo cual le hizo levantar la vista.–Solo ayúdame a quitarme el vestido y cambiarme rápidamente y nos vamos. Va a ser raro ver a la novia corriendo por los pasillos con otro hombre.–Reíste ligeramente y dándote vuelta para que desabrochara la parte de atrás.

Zemo bajó el cierre en la espalda de tu vestido, y cuando te diste vuelta, tomó tu rostro con ambas manos y besó tus labios con una mezcla de pasión y alivio juntos.

–Te amo, querida mía.

–Y yo a ti, pero debemos apresurarnos.–Le dijiste con una gran sonrisa, quitándote el vestido mientras Zemo buscaba en tu bolso ropa para que te cambiaras y así escapar de ahí lo antes posible.

Avengers OneShots IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora