Adriana
Los mejores amigos del mundo entero, los tenía yo. Me habían organizado una fiesta de bienvenida, increíble. Los tenía a todos conmigo y era algo que me hacía extremadamente feliz. No podía pedir más. Decoraron el jardín con farolillos de colores, el césped se escondía bajo pétalos de flores secas de toda clase y las mesas llenas de canapés, dulces y bebidas. En las fiestas que organizaban ellos no podía faltar la bebida, estuvieran los padres o el mismísimo alcalde, quien si quiera juntaba la palabra "alcohol" y "menores" en una misma frase. Lo odiaba y no podíamos culparlo. No era algo que fuese muy bueno que dijéramos.
Por fin volví a ver a Et, quien se alegraba mucho de verme y se lamentaba por no haber ido al hospital. No podía culparlo, entendía sus motivos, motivos que involucraban a mi novio, claramente. Nos pusimos al día hablando un poco de todo. Me contó que había conocido a una chica y que tenía muchas ganas de presentármela. También que tenía un amigo nuevo, alguien con quien había hecho muy buenas migas, en el gimnasio. Paré a repararlo cuando dijo aquella palabra y enseguida me di cuenta de que era cierto, se notaba que pasaba tiempo en el centro deportivo. Estaba más, más, ¿cachas? No sé si esa era la palabra exacta, pero vamos que estaba buenísimo. ¿Para que tenemos ojos si no podemos apreciar esa clase de cosas? Reí mentalmente porque sabía que si Jay pudiese adentrarse en mis pensamientos, lo habría hecho desaparecer del mapa. A él, porque a mí me hubiera echado un hechizo en el que no se me permitiera mirar más hombres, por muchas veces que lo intentara.
Todos se fueron pasadas las doce, mas o menos, después de prometer que planearíamos algo para hacer en esos días.
Nos fuimos al apartamento de Jay tras mi fracaso de intentar convencerles acerca de que era capaz de cuidar yo solita de mí misma. No tenía porque convencerles de nada, porque lo era, lo era desde que tenía uso de razón por lo menos. Pero todo lo que les dijese a ellos no servía para nada. Me quedé quieta en el umbral de la puerta, debatiendo si debía entrar o no. No tenía un buen recuerdo de la última vez que estuve allí y me venían tantas cosas a la cabeza, que no me veía capaz. Jay agarró mi mano, girándome hacia él y tuve que contener las ganas de llorar. Trató de convencerme para que dejara de creer que todo había sido culpa mía y aunque no lo consiguió, no insistió más.
-¿Quieres darte un baño? -Preguntó cambiando el tema y asentí agradecida. Cogió las cosas que había dejado en en rellano y entramos-. Voy a dejar esto en el cuarto y vuelvo. -Avisó y desapareció escaleras arriba.
Me paseé por el salón. No había cambiado nada en ese tiempo, aunque claro ¿Qué iba a cambiar si había pasado el mayor, por no decir todo el tiempo, en el hospital junto a mí?. Ojeé alguno de los libros que tenía apilados en una esquina.
-¿Curioseando? -su voz tras de mí, me exaltó.
-No me había fijado en que tenías estos libros. Parecen muy interesantes.
-Sí, bueno, son viejos.
-Ya sabes lo que dicen, "un libro es como el vino. Cuanto más viejo, mejor" -dije muy culta.
-¿Y quién se supone que dice eso? -Preguntó levantando una ceja.
-Yo. ¿Con eso no vale?
-Creo que debería consultarlo con Sócrates, quizás él entienda algo sobre tu filosofía. -Se burló.
-A veces se me olvida lo gracioso que eres. -Me guiñó uno de sus espectaculares ojos.
-Voy a llenar la bañera. ¿Quieres algo de beber? -negué, me dio un leve beso en la comisura y entró en el baño de abajo.
-¿Puedo poner música? -levanté un poco la voz para que me oyera. Enseguida recibí su respuesta.
Entré al Spotify de mi móvil y a los pocos segundos empezó a sonar la primera canción por los altavoces de la casa. "Somebody to you - the vamps". Jay se asomó por la puerta con una sonrisa preciosa y dijo -Te la dedico, nena-. Él no necesitaba intentar ser alguien para mí porque ya lo era, desde hacía muchísimo. Bailé alegremente todo lo que pude y di vueltas y más vueltas, hasta que me cansé y tuve que sentarme en el sofá. Reí. Parecía una loca, pero estaba contenta. Mis ojos se posaron en la mesita auxiliar que tenía en frente y algo me llamó mucho la atención. Mi libro, el libro que no me había terminado, estaba ahí. Lo cogí por tenerlo de vuelta en mis manos y me levanté. Caminé hasta el baño y me apoyé en el marco de la puerta hasta que Jay se giró.
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Quiero Besarte
Teen FictionSegundo libro de la bilogía 💋Pídemelo💋 Tras el accidente nada volverá a ser igual... Habrá secretos que saldrán a la luz, mentiras, dolor y traición. ¿Podrán vivir su amor como siempre han querido o algo volverá a interponerse entre ellos?