Capítulo 2

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Jayden

La tenía de vuelta, junto a mí... Unas simples palabras, la pregunta que le había hecho la habían traído de vuelta al mundo real. Pero, ¿Qué estupidez estaba diciendo? No era gracias a mí que estuviese de vuelta, sino a su fuerza. Quería suponer que estaba cansada de haberme torturado todo ese tiempo como venganza por lo ocurrido y aunque sonase esperanzador en mi mente, no lo era, en absoluto. No había vuelto porque estaba mal, muy grave. Y todo eso gracias a mí. Ahí sí que podía atribuirme el mérito.  Era el culpable de todo su sufrimiento, del de su madre y del de todos los que la querían, incluido el mío, aunque yo sí me lo mereciera.

Salí de la habitación después de asegurarle que estaría tras el cristal y contesté a la llamada que tanto llevaba esperando.

-Tengo noticias. -Me informó Danniel.

-¿Qué sabes? -pregunté en voz baja esperando que ella no me oyera.

-No ha salido del país.

-¿Y dónde está?

-He estado haciendo unas cuantas llamadas y al parecer está aquí, en California. No sabemos con exactitud donde...

-¡Joder! ¿Y ahora qué?

-Fischer, -hubo un silencio al otro lado de la línea- sabes que esto me parece una mala idea.

-No te pago para que opines -respondí con rabia.

-Lo sé, pero esto... Deberías ir a la policía chico, ellos harán justicia.

-No. Ellos no harán una puta mierda. Pero yo sí -dije muy seguro de mi fuerza de voluntad.

-No puedes... -lo corté.

-Sí que puedo, y lo voy a hacer. -Le colgué sin esperar a que dijera nada más porque no necesitaba escuchar consejos de nadie y menos de alguien que se suponía que era mi apoyo para acabar con todo esto.

Di con Danniel en una página de anuncios a los pocos días del accidente y no dudé ni un solo segundo en contactar con él. Un investigador privado era lo que necesitaba. Ni abogados, ni policía, ni nada de lo que me había aconsejado y de lo que se había arrepentido al momento mi padre, puesto que eso podía llegar a oído de todos. No podía dejar que ese cabrón con el que compartía sangre, se fuese libre sin pagar por todo el daño que le había ocasionado a la chica que había robado mi corazón.

Busqué un contacto en concreto en la agenda de mi móvil y di a llamar. Me llevé éste al oído y no dejó sonar ni el primer tono cuando respondió.

-¿Ha pasado algo? -dijo alterada-. Dime que no Jay, por favor.

-Ha despertado.

-¿Qué? ¿Me estás gastando una broma? Porque no tiene ninguna gracia...

-¿Crees que bromearía con algo así? -respondí irónico.

-¿Es enserio? -preguntó con el tono de voz vibrante.

-Muy enserio -le aseguré con una sonrisa de oreja a oreja.

Olivia se puso como loca a gritar de alegría. La oí abrir los armarios de su habitación como una posesa y en cuanto supe a donde quería ir, le pedí que me escuchara. Era tarde y Adriana estaba cansada, no era momento para más visitas. Me avisó de que al día siguiente no me libraría de su visita y asentí para mi mismo puesto que ella no me podía ver.  Y así fue. A las ocho y media de la mañana me la encontré, me los encontré en el pasillo de camino a la cafetería. Había decidido ir a por un café mientras a Adri se la llevaban a hacer pruebas.

-¿Has visto la hora que es?. -Le pregunté a Oli cuando vino corriendo hacia mí.

-Las ocho menos veintitrés minutos -miró su reloj y volvió a mirarme-. No me mires como si estuviera loca. Te dije que no te ibas a librar de mi visita. No aguantaba más en casa, ayer estuve a punto de plantarme en su puerta y te aseguro que nadie se hubiera atrevido a sacarme de la habitación.

Quiero BesarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora