Capítulo 48

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Jayden

Tenía conciencia sobre las pocas ganas que ella tenía de ir al baile. No era algo que le gustase, precisamente, y deseaba hacer su noche lo más agradable posible. Ese año las chicas llevarían tiara en lugar de un corsage. Puesto que desde siempre la tradición se basaba en que el chico entregaba el complemento a la chica, hice lo mismo. No en persona. No podía acercarme a ella, al menos no todavía. La tiara de tres diamantes de cerceta sujetos por enredaderas con hojas de oro blanco, había sido diseñado por un joyero casi retirado, amigo de mi padre. Los diamantes los había pedido exclusivamente de ese color para que fuesen a juego con su vestido. Conocía muy bien cada detalle de la prenda que llevaría (Mia tuvo la consideración de chivármelo).En ese momento, ella, era la amiga de Adriana que mejor me caía. Tras encontrármela varias semanas atrás de camino a su casa, me frenó impidiéndome seguir mi marcha y me escrutó irritablemente. No pude confesar nada que ella hubiese esperado oír, pero enseguida confirmó sus sospechas de que algo ocurría. No afirmé ni desmentí, sin embargo, a pesar de todo, se puso de mi parte llegando a discutir con su amiga. Eso fue algo que admiré mucho de ella (la discusión no).

Se podía decir que mi relación con Brandon pasó a ser inexistente. No comprendía el motivo de mis decisiones. No lo culpaba, no le di explicación alguna, en ningún momento. Tan solo abrí la boca para decir "lo siento". Confiaba en él como para abrirme, pero la situación llegó a ser complicada, Al nivel de seguimiento las veinticuatro horas. Porque sí, me seguían. Cada uno de mis pasos podían ser malinterpretados y trataba de hacer todo lo más correcto posible. Lo que conllevó a dejar de ver a mis amigos. A Bran, la persona que consideraba como mi hermano.

Quería disculparme con ellos por mis acciones y aunque una limusina no solucionaba nada, sabía que les haría ilusión llegar en ella, a la gran noche. Las chicas se graduaban y vivir la experiencia del baile con algún añadido no venía de más.

Las tres estaban radiantes, pero tenía toda la atención puesta en ella. Salió la última del vehículo. Antes de hacerlo, mi mano ya la esperaba para ayudarla (y para sentir su tacto). Estaba seguro que no esperaba encontrarme a mí al salir y cuando me vió, lo confirmó. El tiempo se detuvo a nuestro al rededor. Su mirada avivó aún más, la llama que se hospedaba en mi corazón desde el día en que la conocí. No fui capaz de soltar su mano porque creí que si lo hacía, ella desaparecería. Necesitaba ese contacto físico. Me pareció ver en sus ojos un atisbo de alivio y estaba completamente seguro de que se debía al echo de estar allí. Se lo había prometido. Si no lo cumplía sería un golpe bajo. Me entraron nervios. A mí. No tenía ni idea de como saludarla (la tenía, la hubiese besado. No podía). Opté por darle un ligero beso, en la mejilla. Seguimos mirándonos el uno al otro sin poder apartar la mirada. Sophie nos recordó que no estábamos solos. "No quisiera interrumpir", dijo. Por supuesto que quería... Los chicos fueron dejándonos un poco atrás y cuando llegué al umbral, me detuve y cogí la cajita que conocía muy bien, de sus manos. Me arrodillé ante ella. Podría haber sido un gesto bastante peligroso teniendo en cuenta las circunstancias, pero lo tenía todo bajo control esa noche.

-¿Qué haces? ¡Te vas a ensuciar! -Dijo Adri con los ojos muy abiertos.

-¿Me permite el honor de llevarla al baile? -Pregunté después de sacar la tiara.

Tenía la respuesta desde hacía tiempo. O no... Eso no importaba, tenía claro que iría igual (iba a saltarme las normas). Solo quería hacerlo oficial. Y colocar la diadema sobre su cabeza. Sus mejillas se mancharon de un rosa adorable y una de mis manos no se resistió a tocar una de ellas. Hubiese contemplado ese rubor por horas. Aceptó mi brazo y lo agarró, dejándose llevar.

Sophie ganó la corona a reina del baile e inauguró la noche junto al rey. Adriana había estado junto a las demás, admirando a su amiga y al terminar la primera canción y dar paso a la segunda, me entraron unas ganas irrefrenables de bailar. Me acerqué a ella y le susurré al oído:

Quiero BesarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora