Adriana
"Siento mucho lo que ha pasado esta tarde. Sé que no crees nada que venga de mí, pero te juro que mi intención jamás ha sido hacerte daño. Te quiero, peleona. Quiero que toda esta pesadilla termine y quiero irme contigo al fin del mundo si es preciso. Quiero que empecemos una nueva vida juntos. Jamás, en mi vida, había deseado algo tanto como deseo ahora hacerte feliz. Ser feliz a tu lado. Quedan dos días para el baile y prometí que irías de mi brazo. Soy fiel a mi promesa".
Me había pasado toda la noche leyendo la carta que Jay había dejado. No sé que perrería le había entrado con fastidiarme. Se presentaba con ella en mi puesto de trabajo, se dejaban ver por todos los rincones de la ciudad, juntos. ¿Qué c****** pretendía con escribir aquellas palabras tan bonitas? Bueno, bonitas si fueran ciertas porque en ese momento eran puñaladas en el pecho, una por palabra. ¿Su intención jamás había sido hacerme daño? ¡Ja!, ya... ¿Qué me quería?... ¿Quién podía creerse eso? Claro que me hubiese gustado poder confiar en él. Creerme lo que decía. Por supuesto que me encantaría salir de la pesadilla en la que me encontraba. Pero solo era una realidad, un echo que no iba a cambiar. El había regresado con el amor de su adolescencia y yo, pues les había servido de algo parecido a una casamentera, pero sin saberlo. Supongo que por lo menos, mi dolor, había hecho feliz a alguien. Y en cuanto al baile, ¿Por qué tanta insistencia con llevarme? ¿Le daban un plus por llevar del brazo a la chica más ingenua del Venice? ¿O quería quedar bien ante sus amigos? En cualquier caso no sé como se las iba a apañar para asistir teniendo en cuenta que la bruja de su novia no dejaba que se acercara a más de medio metro de mí. Su problema era. De todas formas no iba a hacer presencia mucho tiempo en el gimnasio de la escuela. Y trataría de cruzarme lo menos posible con él, si es que de verdad se pensaba presentar allí.
Tan solo un día. Tocaba ir a la manicurista y aunque no era fan de pintarme las uñas, ese día hice una excepción. Manicura francesa. Sencilla, elegante y discreta. No éramos las únicas graduadas en el salón de belleza y los rumores volaban por cada esquina. Que si uno había dejado a tal, que si la otra había engañado a cual y la que más llamó la atención de Sophie: Un embarazo no deseado. Un bebé fruto de una traición. Al parecer la chica no sabía de quien podía ser, o sí, pero seguramente prefería no revelarlo.
-¿Vosotras de quien creéis que puede ser el niño que espera Dakota? -Preguntó Mia nada más salir del salón.
-¿Conociéndola? De cualquiera. -Aseguró Soph.
-¡Tía! -La reprendió Olivia.
-¿Qué? ¿Me vas a decir que es la más santa del colegio? Venga ya, ahora va a ser la virgen María.
-No, pero no está bien dudar de algo que no sabes.
-No lo sabré, pero tampoco es difícil llegar a esa conclusión.
-En cualquier caso, no interfiere en nuestras vidas así que dejad el tema ya.
La ceremonia de graduación comenzaría a las diez y media de la mañana. Allí todos los estudiantes, profesores y familiares se reunirían para la otorgación de nuestros títulos académicos. El mejor estudiante de ese curso daría el discurso final y por último lanzaríamos los birretes al aire dando por finalizado nuestro último año estudiantil. Tras un coctel en nuestro honor y con cero por ciento de alcohol porque muchos de los estudiantes eran todavía menores de edad, cada alumno recibiría o no, un pequeño (enorme dependiendo de la familia que tuvieran) regalo y lo celebrarían más íntimamente con una comida. No tenía ningún tipo de ganas de salir a celebrar nada y menos con mi madre. Pero por mi hermana haría el esfuerzo. No sé como saldría esa comida, pero tendría que actuar mucho para que no notara que sucedía algo. Después de todo eso, cada uno volvería a su casa para cambiarse y ponerse su mejor gala. Y así, sobre las ocho llegar al baile. Los más populares llegarían en limusinas, algunos serían acompañados por sus padres y otros irían en sus coches (más de uno, regalo de ese día). Este año habían decidido que las chicas no llevarían un corsage (flor en la muñeca) y en cambio lucirían una tiara, obviamente no más grande ni más brillante que la que llevaría la coronada como reina. Los profesores se quedarían seguramente una o dos horas y después se desharían con gusto de nosotros para "celebrar" su propia fiesta. Así daría por finalizada la prohibición de no alcohol de la que se encargarían encantadamente los típicos "malotes" de la escuela. Y de ahí el lema de los adolescentes: "Sin adultos no hay reglas". Aunque no nos quedaríamos completamente solos, porque si algo se les podía llamar con seguridad a nuestros profesores era precavidos. Así que habría seguridad por cualquier cosa que pudiera pasar.
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Quiero Besarte
Подростковая литератураSegundo libro de la bilogía 💋Pídemelo💋 Tras el accidente nada volverá a ser igual... Habrá secretos que saldrán a la luz, mentiras, dolor y traición. ¿Podrán vivir su amor como siempre han querido o algo volverá a interponerse entre ellos?