Capítulo 50

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Adriana

12 HORAS ANTES

Me desperté desorientada, acostada en un sofá envuelto en plástico, que no conocía. Sentía fuertes punzadas en la cabeza y llevé instintivamente, una mano al centro del dolor. Sangre. Me recosté lo suficiente para marearme al ver el rojo intenso bañar la palma y los dedos. Analicé todo lo que me envolvía. Una chimenea encendida (bastante sucia), iluminaba el lugar. Una silla solitaria al frente. Una mesita auxiliar llena de colillas, sobre una alfombra vieja. Unas escaleras de madera para ir a lo que supuse que era la planta de arriba. Y el cuadro de un barco.

Me recordaba a las cabañas típicas de los leñadores. Nunca había estado allí. No sabía dónde estaba ni cómo había llegado, hasta que un recuerdo pasó borroso por mi mente. Tiffany. Me había encontrado con ella (bueno, ella me había encontrado a mí) antes de regresar al gimnasio. No dijo nada fuera de lo normal, siendo ella, pero si me llamó la atención cuando sonrió de esa forma y dirigió su mirada a un punto tras de mí. No me dio tiempo a ver nada porque cuando quise girarme, me golpearon.  La sangre. Claro, el dolor de cabeza venía de ahí. Me habían golpeado. Pero, ¿quién? Ella estaba enfrente mía. La persona que no llegué a ver. ¿Con qué motivo querrían hacerme eso? Vale, que sí, podía molestarle que Jay estuviera conmigo ese día. Pero hacer aquello era llegar a un punto extremo de locura. Y, ¿Dónde me tenían? ¿Qué quería conseguir secuestrándome? Porque eso era un secuestro. Vaya loca...

Busqué mi móvil, tontamente. No llevaba bolsillos, no llevaba un bolso y no lo había cogido. Lo dejé antes de ir a la fiesta porque no lo iba a necesitar. Pff... Me levanté del sofá con dificultad. Seguía muy mareada y notaba la sangre resbalar por el pelo y manchar la piel. Tenía que encontrar un teléfono. Llamar a... Mi madre. Solo me sabía el número de ella. Llamarla no sé si sería muy buena idea, pues podía estar enfadada o trabajando. ¿Sabría que había desaparecido? ¿Lo sabría alguien? ¿Cuánto llevaba allí? Pasé por una puerta y me encontré con una cocina. Justo al lado de una puerta que daba a la salida, colgaba un teléfono. La casa parecía estar tranquila así que supuse que me habrían dejado allí, abandona. Quizás volvería o quizás no. Tenía que averiguar donde estaba y conseguir que vinieran a por mí si no estaba cerca. Todo eso si la cobertura ayudaba. Joder, ¿dónde me habían llevado? Mirando a través de las ventanas mientras marcaba el número de mi madre, vi pinos. Parecía un bosque. En Santa Mónica no habían bosques. Al menos no, cerca... El teléfono empezó a dar tono y me sorprendió que hubiese señal en .

-Vamos, Mamá. Cógelo...

Un fuerte tirón hizo caer el aparato y emití un gritito. Alguien había arrancado el cable de la pared haciendo desaparecer la única oportunidad que veía de pedir ayuda. Ese alguien se quedó a mi espalda y sentí como me observaba. Su respiración llegó a mis oídos y me provocó una sensación que hacía tiempo no sentía. Igual era la situación. El no saber nada. Pero mi cuerpo actuaba dependiendo del momento y en ese instante no podía ser nada bueno. Se me pasó por la cabeza que Jay... No. ¿Qué estaba diciendo? No sería capaz de hacer algo así. Conté mentalmente hasta reunir el valor suficiente para girarme. Seguro era Tiffany o una de sus amiguitas queriéndome meter miedo.

-¿No me vas a saludar, cuñadita? -No, no, no.

Él. No podía ser él. Tenía que ser una broma. Gírate me ordenó mi voz interior. No. Gírate. No tienes a donde ir. Exactamente, no tenía a donde ir. Estaba perdida. No iba a salir de allí. Hiciese lo que hiciera, no me dejaría ir. No sin antes hacerme sufrir. Quería ganar tiempo antes de tener que volver a verlo. Pero solo estaba alargando lo inevitable. Aún después de saber quien era el dueño de esa voz, verlo, me dejó congelada.

-¿Has visto un fantasma? -Se burló.

Me entraron ganas de vomitar.

-Estás muy guapa con ese vestido. -Dijo acercándose a mí. Retrocedí-. Es una lastima que no esté en mis planes, arrancártelo. No por ahora.

Quiero BesarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora