Capítulo 30

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Adriana

La única y última vez que cogí el móvil esa noche fue para decirle a mi madre que estaba bien. No respondí al resto de mensajes, ni al de las chicas, ni al de Ethan, ni mucho menos al del número oculto. Pero si me había molestado en leer ese último.

Número oculto:

Adri, lo que has visto tiene una explicación. Por favor, no saques conclusiones precipitadas... Te quiero solo a tí, peleona.

¿No saques conclusiones precipitadas? ¿Qué otra conclusión se podía sacar de ver a tu novio con su ex en la misma casa? A ver, dicho así no parecía tan escandaloso, pero lo que la hacía así era la forma en la que había ocurrido todo: Su marcha sin mí, sus llamadas y mensajes sin número de teléfono, sus secretos, sus mentiras... Todo en él estaba lleno de mentiras y falsedad, desde su vida, hasta sus sentimientos. No merecía que lo escuchara, ni siquiera tenía el derecho de escribirme y seguir con sus explicaciones. No pensaba volver a pensar ni un solo segundo en él. Jayden Fischer había dejado de existir para mí y no permitiría que nada relacionado con él me afectase. Lo tenía claro y cuando estaba segura de algo nada lo hacía cambiar de parecer.

La última semana de escuela no fue más dura que las anteriores. Terminamos los últimos exámenes y recibimos las notas. Tenía todo aprobado con buena nota, salvo educación física... Ya sabía que los deportes no eran lo mío, pero un suficiente no me parecía justo, aunque claro, desde que había vuelto a las clases presenciales apenas había hecho nada y podía darme por agradecida. Las chicas estaban felices porque en menos de dos semanas sería el baile de graduación y con ello la coronación de los reyes, que como ya nos podíamos imaginar Sophie estaba como loca. No le conté nada a las chicas sobre lo ocurrido en la vuelta a casa y mucho menos a Olivia... No fui capaz de decirle que había visto a su hermana y que estaba más que bien y me sentía mal por ocultárselo, pero no quería tener que explicar todo lo ocurrido y el motivo que me había hecho volver a verla.

Mamá terminó regalándome el vestido tan bonito de pedrería que se probó el día que insistió en ir a escoger de una vez el traje que no quería llevar, al baile que no quería ir. Y para que engañarnos, me quedaba como un guante, aunque seguía sin ganas de ir. Pero al menos mi madre y Soph estaban más relajadas y no molestaban con que preparara todo para el gran día. Ya si iba o no después, sería otra cosa. ¿Y si fingía estar mala? No tenía porque ser fingido, podía pasar un día entero entre gente con gripe y contagiarme. A pesar de haber pasado esa idea varias veces por mi cabeza, sabía que no sería capaz de hacerle eso a mi querida amiga. ¿Quién me iba a decir a mí que nuestro mal comienzo nos iba a llevar a ser inseparables y con eso obligarme a mí misma a acompañarla a su gran día? Que caprichosa es la vida a veces... El último día de clases "oficialmente", recibí una visita inesperada. Julia y Luca estaban en casa, esperándome con los brazos abiertos. Hacía casi un año que no los veía y el pequeño estaba cada vez más grande y guapo. Los abracé como por lo menos media hora y los solté cuando mi hermana se quejó porque según ella, la estaba asfixiando. No me creía que estuviesen ahí y que no me hubiese dicho nada, aunque claro, después del accidente no habíamos vuelto a hablar mucho. Me llevé las cosas de mi sobrino al cuarto tras decidir que dormiría conmigo y salí a jugar con él a la parte delantera de la casa, pues desde ahí era más fácil abrir los aspersores y con el calor que hacía me parecía bien saltar en los charcos de tierra que fueran a hacerse y de mientras mojarnos. Podía llegar a ser un poco niña y con él a mi lado tenía la excusa perfecta. Mamá me avisó de que Olivia estaba al teléfono y que era importante, pero sabía que no lo era porque sino se hubiese presentado en casa. Le pedí que le dijera que estaba ocupada y volví a prestarle toda mi atención al niño más bonito de la tía. Terminamos embadurnados de hierba y tierra húmeda, completamente empapados. Nuestras risas debieron oírse por toda la urbanización cuando empezamos con una guerra de cosquillas, tumbados en el césped. Me lo comí a besos y lo achuché hasta que terminó hartándose de mí.

Quiero BesarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora