Capítulo 14

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Jayden

Número desconocido: Dudé en contestar. Tenía el presentimiento de que era él quien llamaba, aunque por otra parte podía estar equivocado y la persona que había al otro lado era Danniel o el director de la clínica veterinaria, quizás el casero del apartamento en el que íbamos a vivir.  Contesté justo cuando se cortó la llamada. Volví a prestarle atención a Adriana mientras guardaba el móvil en el trasero del pantalón y este volvió a sonar impidiendo que terminara de guardarlo. Respondí enseguida.

-¿Sí? -Pregunté. Adri tenía los ojos puestos en mí.

-¡Hermanito! -Volví a oír esa maldita voz.

-¿Qué quieres ahora? -Dije irritado.

-Saber como estáis. ¿Qué tal, todo bien? -No dije nada-. Veo que no tienes ganas de hablar, no importa. ¿Sabías que eres tío? No ¿Verdad?. No te preocupes, para eso está tu hermano, para darte buenas noticias. ¡SORPRESA! ¿Qué se siente estar con la madre de tu sobrino? O sobrina, no tengo tanta información. Pásamela para que pueda preguntárselo. -La sangre me hirvió en ese instante.

-Estás mintiendo. -Grité. No me había dado cuenta de que mi mano se había cerrado en un puño, hasta que ella lo acarició intentando tranquilizarme.

Me separé y salí al jardín para buscar el aire que me faltaba. No podía creer todas las estupideces que podían salir de esa boca y aún así perdía el tiempo oyéndolas. Le pedí que se entregara.

-¿Permitirías que un niño se quedara sin padre? Muy mal hermanito, yo que creía que eras el mas bueno de los dos.

-No soy tu hermano.

-Lo que tú digas, hermanito. -Repitió esa asquerosa palabra.

-Veámonos -le sugerí. Una risa cruel me taladró el tímpano.

-Sé lo que eres capaz de hacer por esa putita. No me arriesgaría.

-No la llames a -no me dejó terminar.

-Las cosas por su nombre.

-Eres un maldito desgraciado.

-Y tú eres el que limpia la basura que otros dejan. ¿No hace falta que te lea entre líneas, verdad?

-Algún día pagarás por esto.

-Puede que sí. Pero antes pagará ella. -Colgó.

Estampé el teléfono contra el suelo y le di varios golpes al tronco del árbol. Me arrastré de espaldas con el mismo y me quedé sentado en el césped. Nada de eso iba a acabar hasta que yo no hiciera algo. No iba a dejar que le pusiera ni un solo dedo encima. Quería llorar. No era de lágrima fácil, pero tenía tanta rabia en mi interior que ganas, no me faltaban. Adriana agarró mis manos, arrodillada frente a mí. No hice ningún movimiento. Necesitaba serenarme un poco antes de mirarla a los ojos. Pero mi necesidad se fue al traste cuando habló, con voz desgarradora. Por un momento quise decirle que no se preocupara, que era otra persona, pero ni ella era tonta ni yo podía ocultarlo. Quiso saber que me había dicho y aunque no me parecía bien contarle las mentiras que mi "hermano" había dicho, terminé haciéndolo.

-Dice que tú y él... Que él... Que te dejó embarazada. Que vosotros tenéis un hijo en común. -Cuanto más lo pensaba, más alucinaba. Hice un gesto para que se sentara entre mis piernas. No lo hizo-. Adri, sabes que no está bien de la cabeza. Dice gilipolleces porque es la única forma de que le presten atención. Pero con nosotros no puede, no -sus lágrimas me cortaron-. No te pongas así, por favor. No dejes que lo que él diga te afecte. -Acaricié sus mejillas y mis ojos le suplicaron que me hiciera caso.

Quiero BesarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora