Capítulo 15

756 39 14
                                    

Adriana

Matthew tenía informes pendientes por revisar y subió a la habitación de mi madre dejándonos la noche para nosotras dos. Picoteamos porquerías varias mientras veíamos pelis, hablamos como hacía tiempo no hacíamos, reímos. Olvidé los sucesos de la tarde gracias a mamá y me sentí realmente en casa, como cuando era pequeña. El problema era que no iba a volver a serlo...

-Mamá.

-Dime, cariño.

-¿Que hay entre vosotros? -Pregunté curiosa después de recordar lo que había insinuado Jayden.

-¿Entre quien? -Respondió haciéndose la loca.

-Entre tú y -señalé la planta de arriba y bajé el volumen de mi voz- Matthew.

-Somos -tardó casi medio minuto en contestar- amigos.

-¿Somos amigos? -Repetí usando el mismo tiempo de espera que ella. Se sonrojó como nunca-. Vamos mamá...

-Bueno... Hay, hay algo, pero nada oficial.

-¿Hasta cuándo?

-¿Hasta cuándo que?

-Pff -resoplé-. A los padres se os tiene que explicar todo, luego decís que los jóvenes somos los complicados... -Intentó esconderse entre los cojines del sofá-. ¿Hasta cuando le vas hacer esperar?

-No, no lo sé... Nunca hemos hablado sobre ello. Somos adultos, Adri, sabemos cuando algo va a ir más lejos de lo que es o no.

-Pues creo que esta vez estás ciega. ¿No ves como te mira? -La cara de mi madre parecía un tomate a esas alturas-. Está coladito por tí.

-Nadie está "coladito" por tu madre, Adriana. -Replicó.

-Lo que tu digas. Ahora me voy y creo que es un buen momento para que rehagas tu vida, sin hijas de por medio. -Le guiñé un ojo.

-¡Ay dios mío! ¿En qué momento te has convertido en una semi adulta.

-Hace mucho tiempo ya, cuidado no te adelante. -Dije y reímos estrepitosamente.

Estuvimos un rato más hablando cuando terminó el tema sobre su romance y nos fuimos a dormir. Jay pasaría a por mí a las seis y media de la mañana y quería estar descansada. Nos esperaban bastantes horas de camino hasta llegar a Sacramento y sólo de pensarlo me daba una pereza terrible. Lo bueno es que tenía un libro nuevo que me había regalado ese día mi madre, "Entre dos corazones" se titulaba. Todo dramas, como a mí me gustaban. Antes de sentarnos a cenar había llamado a las chicas para darles la noticia y había alistado todo lo que me iba a llevar, básicamente todo. Estaba un poquito nerviosa por esa marcha, pero sabía que iba a ser lo mejor para mí, para nosotros, además, me iba a ir con el chico al que tanto quería. Aún así eso no cambiaba que fuera a extrañar todo lo que dejaba en Santa Mónica. Puse el despertador una hora antes, conociéndome me costaría levantarme y empezaría a estirarme hasta que quedaran cinco minutos para irme... Cerré los ojos enseguida que me tumbé en la cama. El sueño no llego, los acontecimientos de la tarde, sí. Quería tan solo un día de tranquilidad, no pedía mucho más... Se ve que era de las cosas más difíciles que podía pedir. Me levanté un momento para asomarme por la ventana, no había nadie a esa hora en la calle. Revisé que el seguro estuviera bien puesto y volví a acostarme. Finalmente conseguí que el sueño viniese a mí. El teléfono vibró en la mesita y fue completamente ignorado. Me giré de lado y me quedé profunda como una marmota.

El despertador sonó provocando que el móvil recibiera un tortazo de mi mano, me cubrí con el edredón hasta la cabeza y seguí durmiendo. Volvió a sonar. Una, dos, tres... Veces más, hasta que enfadadísima me desperté. Me había colocado unas diez alarmas entre las cinco y las cinco y diez. Me conocía, me conocía demasiado y menos mal. Me di una ducha rápida evitando que se despertaran de la habitación contigua, me vestí y bajé a la cocina con el libro para empezar a leerlo mientras me tomaba un café. Eso me haría espabilar. Vi su coche aparcar frente a casa, miré la hora y me extrañó, quedaban cuarenta y cinco minutos para la hora acordada. Salí de casa sin chaqueta y el frío de la mañana me azotó.

Quiero BesarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora