Capítulo 40

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Adriana

Dos días para el baile.

No tenía muchas ganas de salir de la cama aquel día, pero debía ir al trabajo si no quería ser un lastre para mi amigo. Et me había asegurado una y otra vez que no me tenía en su casa para que llevara dinero, pero eso era lo mínimo que podía hacer después de tantas molestias. Mi idea principal había sido volver a casa tras el baile, pero habiéndolo meditado con mucha calma, esa no era una opción. No volvería a la casa de la persona que tanto daño estaba causando. Me quedaría en la casa de mi amigo y volvería a España en cuanto lo hiciese Julia. Para ello necesitaba tener algo ahorrado. Sin pensarlo mucho más, me levanté y me puse el uniforme que se componía de un vestido rosa y blanco de los años setenta y unas zapatillas blancas parecidas a las victoria. El atuendo parecía sacado de la película "Grease". Hacía casi dos semanas que trabajaba en la heladería Sweet Rose. El chico al que le había dejado mi número de teléfono se encargó de dárselo al encargado y tras una larga semana, me llamó. No sé decir que tal fue la entrevista porque había sido la primera para mí. Sumándole a eso que no tenía mucha experiencia en el ámbito laboral y que mi currículum se encontraba básicamente vacío, fue un milagro que me diese una oportunidad. Mis compañeros eran muy amables y habían tenido mucha paciencia conmigo en algunos casos. Pero hasta ahora, no me iba mal. Mi horario tampoco estaba tan mal, descansaba dos días, los lunes y los martes, y trabajaba de cuatro a doce. Volver a casa, sola, a esa hora, me daba un poquito de miedo. Pero al ser casi verano, cada vez había más ambiente en las calles. Esa semana coincidía mi turno con el día del baile y no me molestó que así fuera, es más, no pedí que me cambiaran el día para poder ir. Sin embargo, una de mis queridas amigas en una de sus visitas a la heladería, no dejó de hablar sobre ello llegando así a los oídos de Eddie, el encargado. El buen hombre, quien tenía dos hijas que habían pasado por las mismas fases en el colegio, decidió que no podía permitir que me perdiera ese día tan especial en la vida de una adolescente. Sin mas, me dio el día como asuntos propios y deseó que me lo pasara maravillosamente. Tuve que agradecérselo a pesar de no haberme hecho mucha gracia aquella idea.

Mi compañero se tomó su tiempo de descanso y mientras organizaba un poco la parte de atrás, él, vigilaba por si venían clientes y me avisaba.

-¡Adri! -Canturreó alegremente al cabo de un rato. La señal de que había personas que necesitaban ser atendidas.

-¡Voy! -Grité tras las cajas para ser oída-. Buenas tardes, bienvenidos a Sweet Rose -dije caminando hacia el mostrador con una caja de conos tapando toda mi visión-. ¿Qué desean tomar? -Pregunté al ver dos personas agarradas de la mano tras el cristal en cuanto dejé la caja sobre el mueble bajo.

-Vaya, que sorpresa tan agradable. -Dijo una chica. No llegué a identificar su voz porque se había entre mezclado con el ruido que había hecho anteriormente. Me puse en pie para disculparme por mi pésima atención hacia ellos y cuando mis ojos los vieron, inconscientemente, mi corazón comenzó a palpitar.

-Disculpad a mi compañera. Cuando se mete allí dentro parece que se teletransporta a otro universo. -Dijo mi compañero gran parte en bromas al ver que no respondía.

-No hay ningún problema. A Adriana se lo perdonamos todo. ¿Verdad qué sí, cariño? -Dijo ella...

-Ah, ¿os conocéis?

-Por supuesto, somos viejas amigas. Hemos compartido muchas cosas. -No me pasó por desapercibido el retintín con el que dijo aquello.

-Hemos compartido mucho más de lo que puedas imaginarte. -Le confirmé a mi colega de trabajo. La cara de Tiffany me provocó ganas de reir, pero me contuve. No creía que estuvieran ahí por casualidad y no podía darle el gusto de quedarme callada por mucho que eso fuese, justamente, lo que quisiese hacer.

Quiero BesarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora