Capítulo 43

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Adriana

-Adri, despierta o llegarás tarde.

La voz de Ethan me despertó y le lancé la almohada sin ver siquiera donde estaba. Al parecer no era su primer intento por despertarme. Las pestañas me pesaban y tenía el cuerpo super cansado del estrés, agobio y sentimientos por los que había pasado días atrás. Se me hizo difícil incorporarme sin reprochar y maldecir a la nada.

-¿Qué hora es? -Pregunté mas para mí que otra cosa mientras buscaba el móvil que no encontré.

-Tarde. Tienes menos de media hora para arreglarte e irnos. -Reparé en el casi cinco minutos después de levantarme.

-¡Guau! Estás muy, estás muy guapo. Te ves diferente.

-¿Eso es sinónimo de irresistible? -Preguntó poco modesto. Mi amigo, como ya sabíamos, no tenía nada que envidiar a ningún hombre de la tierra. Era extraño verlo sin el bañador y las chanclas que normalmente llevaba porque vivía básicamente dentro del mar. Llevaba unas bermudas de un verde cocodrilo y una camisa blanca que con su tono de piel le quedaban como un guante. Tenía el pelo ligeramente peinado hacia atrás y con cada movimiento que hacía se le escapaba un mechón que no tardaba en devolver a su sitio con un gesto muy atractivo.

-Puedes entenderlo como quieras. -Sonreí y me guiñó un ojo.

-Venga, princesa. Levántate ya. -Dio media vuelta para salir de la habitación.

Bajé de la cama arrastrándome, para variar y volví a buscar el móvil sin éxito. Me encaminé al baño como quien se despierta de la mayor resaca de su vida y me metí en la ducha. Debía darme prisa o al final llegaría tarde. Me maquillé ligeramente y me hice un moño porque imaginando el tiempo que tenía no podía perderlo en peinarme más delicadamente. Volví a la habitación envuelta en una toalla y me puse el vestido corto que había escogido para la entrega de diplomas y unas sandalias con muy poquito tacón. Cogí un bolsito con lo básico y me reuní con Et en la sala.

-Pareces una princesa. ¡Eres una princesa!. -Dijo cuando me vio. Se levantó del sofá, se acercó a mí y con una mano me hizo dar una vuelta-. Toda una princesa. -Confirmó y le agradecí ruborizada.

-¿Has visto mi móvil? Llevo rato buscándolo.

-En la encimera. Te estaban llamando, pero estabas en la ducha y no quise molestarte. -Fui a cogerlo y lo desbloqueé para ver quien me había llamado. Era un número desconocido así que no me moleste en averiguar quien era, porque ya lo sabía. Tenía un montón de mensajes de las chicas, de Julia y de... Mamá. Entré en la agenda para llamar a mi hermana y decirle que estaba de camino y en llamadas perdidas me topé con el nombre del padre de Jayden. Era raro, pues no se había puesto nunca en contacto conmigo.

-¿Vamos? -Preguntó mi amigo y asentí metiendo el aparato en el bolso. Ya lo llamaría más tarde, de todas formas no pensaba que fuera importante. Seguramente su hijo le habría pedido el favor para alguna tontería de las suyas.

Nunca había visto tan lleno el parking de la escuela y mucho menos a tantos padres reunidos en el campo de juegos. Una parte del césped estaba recubierto de alfombras de yute. Las sillas de un blanco roto se distribuían en dos filas hacia el escenario que estaba decorado casi como si de una boda se tratase. Una enorme pérgola de madera cubría toda la zona, del sol y no hizo falta ver más para saber que no habían escatimado en detalles. El colegio en el que había estudiado de pequeña dejaba mucho que desear en comparación con esto. Los estudiantes debían pasar por el gimnasio antes de reunirse con las familias en los asientos asignados para recoger la toga y el birrete que debíamos ponernos antes de la entrega del título. Allí me encontré con mis amigas, quienes sin decir nada me dejaron claro que llevaban tiempo esperando por mí para salir las cuatro juntas hacia nuestro destino. En un cerrar y abrir de ojos estaba con todo puesto, saliendo junto a ellas por la puerta. Mia era la única que no me hablaba y aunque no entendía porque se había molestado por aquello, no me importó. Yo tenía la razón en eso y me daba igual que no compartiéramos la misma opinión. Si quería defender a Jay antes que a su amiga, allá ella. De todas formas no le guardaba rencor y en el momento que quisiera o decidiera hablar conmigo, lo haría encantada.

Quiero BesarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora