LIV.

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❝Lo que tú desees...❞

























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La azabache cerró la puerta de un solo golpe, cruzó la habitación mientras pasaba sus manos por su largo cabello y finalmente se apoyó en una pared soltando un suspiro de aceptación.

Cayó poco a poco hasta quedar en el suelo y atrajo sus piernas hasta su pecho para tomar posición fetal, trataba de no llorar, no quería que la vieran en ese estado, nadie.


Pero pasaban frente a ella miles y miles de imágenes que no eran para nada alentadoras, se imaginaba mil futuros y en todos era profundamente infeliz.

Si elegía a Jasper Crouch sabía bien que acabaría por estar en una depresión más profunda que el mismísimo mar, jamás sería feliz, no podría llegar a tener ni el más mínimo aprecio por él después de lo que hizo.


Y por otro lado estaba Rabastan Lestrange, ella lo había visto toda la vida como un tío, literalmente es mayor que su propio padre y toda la vida la había como a una hija, no quería eso para su vida.

Pero sabía bien que no tenía más opciones, Voldemort jamás la dejaría estar con la mujer que ella ama y la mujer que ella ama jamás estaría con ella.


Cassi pensó en su mejor amiga, la rubia estaría ahora mismo en una entrevista de trabajo en Londres, siguiendo con su vida como Aster le había pedido que hiciera para sacarla de peligro.

Soltó un sollozo y deseó estar muerta en ese momento, si ella muriera volvería a ver a Rory, no tendría que casarse con alguien a quien no ama y sus primos no estarían en este momento haciendo todo esto y pasando por cosas horribles gracias a ella.


Ella es más una debilidad para su familia que una fortaleza y ahora lo veía más que nunca, se culpaba más que nunca por no buscar más a Druella, esto es culpa suya y ella lo sabía.

Soltó un chillido antes de golpear el frío mármol, sintió como su mano recibía un gran corte y de sus nudillos comenzaba a salir ese líquido rojo.


Alguien que pasaba por el pasillo entró en la habitación preocupado al reconocer la voz de la chica Black.

Rebastan entreabrió su boca al verla en el suelo, con una mano probablemente rota y llorando como una niña a la que le habían dicho la peor de las noticias.


–Ay Cassiopea–Murmuró antes de acercarse a ella.


Él se quitó la corbata y envolvió la mano de la joven con la tela de color azul oscuro, como el traje que usaba en ese momento.


ILEGÍTIMODonde viven las historias. Descúbrelo ahora