Capítulo 1: Lidiando con la Monotonía

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Entré a la escuela, coloqué mis objetos en mi escritorio y, luego de un saludo con pocas ganas, procedí a dar clases.

Después de terminar mi trabajo me dirigí hacía mi casa con mis pensamientos y reflexiones como la única compañía que tenía.

Minutos después, llegué. Me dediqué a limpiar la sala, lavé los pocos platos que usaba y desaparecí hasta la más minúscula mota de polvo que pude encontrar en la mesa donde comía..., todo ello acompañado de un silencio exterior tan prolongado que resultaba aterrador.

Finalizadas esas tareas, entré a la ducha, dispuesta a bañarme.... Tras cierto tiempo ahí, no se me ocurrió mejor idea que satisfacerme a mí misma (como solía hacer algunas veces).

Al sentirme enteramente aliviada, respiré pesadamente y luego salí del baño. Me sequé hasta quitarme la última gota de agua, me vestí con mi pijama, tomé mi celular y me acosté en la cama mientras usaba el aparato.

Como era usual, rara vez me llegaba algún mensaje de alguien. Gastaba mi tiempo viendo películas o lo que sea que me distrajera antes de sucumbir al cansancio y finalmente dormir.

Todo lo que había realizado desde esta mañana hasta la caída del sol se resumía a una rutina que realizaba yo desde algún tiempo que he olvidado ya. ¿Soy consciente de que es absurdamente dañino para mí? Claro, pero tampoco es que tuviera el valor requerido para querer probar cosas nuevas por mi cuenta.

Un día cualquiera me levanté, fui a la escuela y recibí la noticia de que había llegado una nueva estudiante.

No me asombré. Pensé que sería otra ruidosa con la que tendría que lidiar.... Dios me libre si resulta peor que Kimberly.

Bueno, al llegar al salón reconocí inmediatamente a la muchacha que había llegado. Saludé a mis alumnos con pocas ganas y di la noticia.

- Hoy nos acompaña una nueva estudiante

Tras decir eso, me dirigí a la nueva.

- Si eres tan amable, levántate y preséntate con tus compañeros

La chica se levantó casi al mismo tiempo cuando había dicho la última palabra. Me asombré por su disposición y su enérgica personalidad.

- Buenas —empezaba ella—, mi nombre es Alexa y me alegra estar con ustedes. Me gusta jugar videojuegos, la moda y las caminatas. Además, me sacaron de la otra escuela por ser demasiado rebelde, así que les pido que se acostumbren a mí

El salón se llenó por las risas de los estudiantes, encantados por su sentido del humor. Yo me quedé un tanto desconfiada respecto a la actitud de la nueva, pero terminé asumiendo que se trataba de algo ilógico.

La clase empezó sin muchas vueltas.... No considero que hubiera ocurrido algo digno de mención, pero yo solía voltearme para observar a esa alumna y me llamaba la atención lo tranquila que resultaba a diferencia de los otros.

No aparenta ser muy rebelde como dice. Además, no tiene pinta de que se sienta nerviosa por ser su primer día de clases en un instituto diferente.... Es demasiado peculiar.

El recreo llegó después de unas horas. Todos los alumnos se levantaron y se dirigieron al patio como siempre.

Sentí un gran alivio por tener ese breve descanso, pero me percaté de que la única que quedaba era Alexa, quien organizaba sus cuadernos y útiles para levantarse de su asiento.

La adolescente se levantó y caminó hacia mí de forma orgullosa y alegre. Desde lejos era visible la confianza que ella tenía en si misma.

- Hola, profe

- Hola

- ¿Cómo se llama usted?

- Eliza

- Su nombre parece de vieja

Me ofendí por ese comentario.

- Alexa, cuida tu lenguaje conmigo. Recuerda con quien hablas

- Perdón, profe. ¿Y puede contarme por qué decidió ser maestra? Usted se ve joven

- Elegí mi trabajo por vocación

- ¿Y resultó como había imaginado?

Es innegable que resultaba extraño que alguien como ella me preguntara eso.

- Bueno —comenzaba yo, tranquilamente—, nunca he hablado de esto con una alumna mía.... No creo que haberme convertido en docente fuera como lo imaginaba antes, pero sabía que seguir mi sueño tendría un costo.... Cuando uno crece se va dando cuenta de eso...

- Ya veo

- ¿Y por qué no vas al recreo?

- Quería aprovechar para conocerla

- ¿Qué? ¿Haces esto con todos tus profesores?

Se levantó rápidamente.

- No. Usted es la primera

Ofreciéndome una sonrisita burlona, decidió irse.

Yo me quedaba viéndola, así como veía su manera alegre de caminar, la cual efectuaba como si fuera una niña.

Me recosté en mi silla, suspirando y mirando hacía el techo.

Cavilaba en lo que había pasado recientemente y mis dudas surgieron, considerando si podía catalogar a esa chica como una de esas estudiantes bromistas o simplemente inocentes. Aun así, su comportamiento conmigo lo seguía viendo como inusual.

Decidí ir a la sala de maestros segundos después. Me encontré con Emelda tomando café junto con Albern.

- Al fin llegó la Srta. Cansada —decía Emelda en voz alta

- Esta vez soy la Srta. Confundida...

- ¿Por qué lo dices? ¿Es algo que tiene que ver con tus alumnos?

- Así es

- Déjame adivinar: te siguieron molestando

- Sí. Lo siguieron haciendo, pero... una nueva estudiante resultó ser más calmada que los otros y eso me dejó atónita

- ¿Qué? ¡Eso debe ser un logro!

Me serví café.

- Yo diría que el mayor logro en toda la carrera de Eliza... —comentaba Albern con tono sarcástico—. Si supieras lo que daría aunque sea por un día de paz aquí

- Creo que eso es mucho pedir —le respondí

- Bueno, ya tengo suficiente respecto a mis hijos cuando llego a mi hogar, por lo que ya podrías hacerte una idea de lo que sufro. Aun así, con esa alumna que mencionaste ya tienes una mina de oro. Intenta que no la corrompan

- Recordaré eso...

Tras decir tales palabras, mantuvimos una prolongada conversación con temas que no mencionaré. Hablar con ellos me sirvió de distracción aunque fuera por un momento.

Luego de unos minutos, la campana sonó. Terminé mi café y decidí regresar a mi salón, teniendo en mente las palabras de mis compañeros laborales.

Al entrar en salón, miré la puerta y mi asiento con cautela (previendo alguna posible broma por parte de alguien). Cuando disipé mis sospechas, no tuve más remedio que seguir trabajando.

Pasadas las horas, culminó la clase. Me quedé organizando las tareas que me habían enviado, conforme mis estudiantes se marchaban.

No obstante (como no podía ser de otra manera), Alexa volvió a ser la última en salir. La considerable fila no se había dispersado todavía, pero yo, por mi parte, miraba a esa chica, quien esperaba su turno con tal de marcharse también.

Cuando pasó por mi lugar, volteó y me ofreció una sonrisa.

- Adiós, profe

Debido a la extraña situación, apenas pude devolver el gesto levantando la mano. Me sentía confundida respecto a semejante cortesía.

Mi Alumna y yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora