Capítulo 32: Agradables Intenciones

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En el celular de Emelda habían llegado mensajes de un hombre que nunca antes había visto o siquiera oído su nombre mencionado por la misma Emelda.

Los mensajes eran de índole seductora, con ciertos comentarios... bastante sugestivos, en los que el tipo manifestaba su deseo de volver... a realizar actos carnales con Emelda, sin que Thomas se enterara.

Al leer cada una de sus palabras, apagué ese celular inmediatamente y me dirigí hacia la cafetera.

Mientras vertía el café en mi vaso no paraba de darle vueltas a lo recientemente descubierto.... Me era, pues, imposible dejar de pensar obsesivamente sobre cómo Emelda se jactaba de su moralidad cada vez que podía y de cómo defendía que la ambición de una mujer está más allá de la comprensión de su pareja.

Al final... ella escondía esto.... ¡Una infidelidad! ¡Eso no tiene justificación! ¿De que le servía presumir tanto a su novio si, al final, se ve con otro a sus espaldas? Es ilógico.

Emelda regresó a la habitación. Interiormente me llevé un pequeño susto al verla así tan de repente.... Intenté actuar norm frente a ella.

- Eliza –la escuché dirigirse hacia su celular-, parece que tienes un gran amor por el café. ¿No?

- Si...

- Qué bueno. Uno no puede vivir sin amar...

Me parecía bastante irónico el hecho de que lo diga ella.

- Por cierto..., ¿acaso oíste si mi celular sonó?

- Yo... acabo de llegar. No sé con exactitud...

Se me quedó viendo con una mirada sarcástica antes de encender el aparato.

- Así que me escribió... –decía ella para si misma

Tras un tiempo aguantando esa incómoda situación, abandoné la sala de maestros, no sin antes voltear a ver a esa mujer de dudosa confianza.

Al acabar el recreo, mis alumnos regresaron al aula. No tardé mucho en entrar y dar mi clase, intentando distraerme de lo que acababa de vivir.

Tras cierto tiempo, me senté mientras esperaba que mis alumnos terminaran de escribir lo que les había ordenado.

Aproveché y saqué mi celular y me quedé observando mi conversación con Alexa.

Sus mensajes tan llenos de vida, sus frases únicas y su agradable actitud provocaron en mi rostro una leve sonrisa.... Sonrisa que, a todas luces, no se trataba únicamente de lo que habíamos hablado, sino que nuestra relación, al menos, era sincera.

Cuando llegó la hora de salir, me dirigí hacia mi hogar, me cambié y visité la casa de Alexa.

Evitando hablar sobre temas que no son dignos de mención, entramos a su cuarto después de cierto tiempo.

Me acosté en la cama, mientras la adolescente se quedaba sentada al lado mío, degustando una bolsa de papitas.

- Algo así no me lo veía venir, Eliza. Una mujer como Emelda... ¿y con un amante? Imposible.... Ella no mata ni a una mosca. Ella es tan pura que cuando va al baño caga pétalos de rosa perfumados

- ¿Cómo se supone que debo responder ante tu sarcasmo?

Ella se llevó otra papita a la boca y después se acercó a mí, teniéndome a unos centímetros de su cara.

- Un poco de sarcasmo no es dañino –ella me veía directamente-. Al menos fuiste dichosa de enterarte sobre el tipo ese que se coge a Emelda, porque... sino hubieras visto esa conversación ajena por azares del destino, pues... no tendrías otra razón para odiarla

Mi Alumna y yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora