Capítulo 24: La Broma que Causó Disgusto

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Cuando regresé a la escuela realicé las mismas cosas que hago cada mañana antes del recreo.

Al sonar la alarma, salí del aula, dirigiéndome hacia la sala de maestros.

Llegada allí, me encontré con Albern. Lo saludé y tomé un vaso para mi café.

- Muy raro que nos encontremos nosotros dos aquí —comentaba él

- Es cierto. ¿Y qué hay de Emelda? ¿Sabes dónde está?

- Que yo sepa se encuentra estresada con alguna tarea compleja que dejó.... Según me dice la mayoría de sus alumnos no muestra un buen rendimiento

Supongo que algo así la debe sacar de sus casillas.... Aunque ya me puedo imaginar el tremendo esfuerzo que ella debería realizar con tal de que su situación mejore.

- Pues qué lástima —veía el café llegar a mi vaso—. Lo que más le pesa a los adolescentes es hacer una tarea que ni ellos comprenden

- Pero tampoco es que hay que consentirlos tanto. ¿Verdad? Uno no puede abusar, ya que, al fin y al cabo, son seres humanos y se cansan igual, pero tampoco es que debemos andar con favoritismo aquí

- Bueno, si así piensas deberías acordarte cuando te ponían a resolver ejercicios matemáticos cuando ibas a secundaria

- Ni me lo recuerdes, mujer.... Esa álgebra.... ¿Por qué carajos cambiaron los números por las letras?

- Para que los de educación pública vendan más libros. Sabes que el álgebra, la química y la física no te servirán de nada en la vida, pero aun así al sistema educativo no le importa mientras pueda lucrarse con eso

- Mejor que vendan condones, así se lucran más

Mientras lo escuchaba reírse, tomé unos sorbos de mi café.

- Me voy —le dije—. Intenta que Emelda no enloquezca y mate a alguno de sus alumnos

- Descuida, en el fondo se preocupa por ellos.... Dice que proteger y defender a los menores es algo básico en su moral

Sin decir una palabra más salí del lugar, dirigiéndome hacia mi aula.

Caminando en los pasillos vi a Ginger salir rápidamente del aula de Emelda. Su repentina presencia no era algo que me esperaba, y menos aún que estuviera aquí en su tiempo libre.

Ella me saludó cordialmente cuando pasó al lado mío.

Por lo que veía la amiga de Alexa no tenía una visión negativa de mí.... Su manera de saludarme no se sintió para nada forzada.

Regresando a mi salón, dediqué mi tiempo al uso indeterminado de mi celular, conforme se me venían a la mente las palabras de Albern sobre la situación de Emelda.

En el fondo sabía que esa mujer tendía a la contradicción (y en algunos casos a la incapacidad de disimular su disgusto en ciertas ocasiones), pero yo quería, por algún motivo, tranquilizarme al pensar que ella no cometería alguna locura en su labor de docente.

Volví a mirar la pantalla de mi celular, buscando algo entretenido en mis redes sociales.

En algún momento mis ojos se enfocaron en un artículo en venta, el cual se trataba... de un encaje de lencería.... Ni yo sabía porqué me quedaba viendo eso.

Sin embargo, mientras observaba detalladamente el diseño de aquella prenda no pude evitar susurrar algo para mí misma.

- Seguro que a Alexa le quedaría bien...

De vuelta a la realidad, me asombré por lo que yo misma había dicho.... Sentí un leve calor en mi cuerpo, así como el enrojecimiento de mis mejillas.

Mi Alumna y yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora