Capítulo 3

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—Félix no era mi padre

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—Félix no era mi padre. No puede haberme vendido. ¡No tiene ningún derecho a hacerlo! —bramó Melissa sintiendo una rabia interna hasta ahora desconocida.

Aquello no podía ser real. No podía estar ocurriendo de verdad. ¿Vendida a los lobos?, ¿Ella?, ¡No era un objeto que se pudiera vender! Aunque en realidad no la estaban comprando como una esclava, lo que habían comprado era un matrimonio...

¡Antes muerta que casarse con ese lobo!

—Pasó a ser su tutor cuando contrajimos matrimonio y maldigo el día en que lo hice pensando que sería por tu bien. ¡Que tonta fui! —murmuró Desirè—. Han advertido que vendrán a por ti tras el funeral, por eso debes marcharte de inmediato en cuanto caiga la tarde. La oscuridad de la noche será el manto que te proteja. Ve a la casa de Elise, en la tierras de los Rouge ellos no tienen derecho alguno y allí estarás a salvo de ellos mi niña —advirtió acogiendo el rostro de Melissa entre sus manos.

—¿No vendrá conmigo, madre? —aclamó Melissa sorprendida.

Ella jamás había cruzado el bosque sola.

—Temo que si lo hago se percatarán de tu ausencia inmediatamente, en pocas horas la noticia de la muerte de Félix se hará eco por toda la aldea y vendrán a dar sus condolencias, seria demasiado sospechoso si no me encontraran en casa. —A pesar de no querer reconocerlo, su madre tenía razón, al menos había tenido la mente fría para pensar sobre ello y aunque le daba pavor adentrarse sola en el bosque, sabía que era su única alternativa posible si deseaba huir de las garras del lobo.

No sabía si era peor enfrentarse a los lobos del bosque o a los de la aldea... definitivamente prefería hayan una muerte como la de su padre al destino que le esperaría a manos de Cassian Wolf.

Jamás permitiría que poseyera las tierras de los Rouge.

—No regresaré jamás a la aldea, ¿Verdad madre? —exclamó sabiendo que en el mismo momento en que pusiera un pie, el lobo podría reclamar su derecho.

No volvería a ver a Helena, ni al resto de sus amigas, ni a Roger... que probablemente terminaría casándose muy pronto con su mejor amiga y ella ni siquiera estaría en el enlace.

La tristeza comenzó a consumirla, pero quedarse significaba perderse también todo aquello y enfrentarse a un destino peor que la muerte.

—Es probable, pero no pienses en ello ahora, encontraremos el modo Melissa... te prometo que lo haremos —susurró mientras la abrazaba de nuevo y limpiaba las lágrimas que caían de su rostro.

Aquella tarde Melissa estaba nerviosa, intranquila, incluso sentía la ansiedad en cada parte de su cuerpo ante lo que debía afrontar esa misma noche, pero sobre todo tenía miedo... no tanto del bosque, sino de lo que su destino le depararía.

Tenía su pequeño hatillo preparado, consistía en dos mudas y una cesta con comida para los dos días hasta llegar a su destino, en aquel momento echaba en falta no tener un caballo, con el podría llegar a su destino en la mitad de tiempo. Los aldeanos comenzaron a llegar a casa para dar las condolencias tras enterarse de la muerte de su padrastro, pero ella era incapaz de pensar en que debía existir una solución a su pesadilla.

La Melodía del LoboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora