Conforme Melissa recorría el castillo, se daba cuenta de que no había un gran número de personal trabajando dentro de éste, de hecho salvo las tres sirvientas incluyendo a la que era amante del lobo, el resto eran hombres que trabajaban en el jardín, mantenimiento o la cocina.
—Nunca había visto a hombres que cocinasen —mencionó Melissa extrañada mientras se alejaba de las cocinas junto a Eleanor.
—Es una tradición de varias generaciones —afirmó ésta—. Más de un señor del castillo ha sido envenenado previamente, sin embargo un hombre no sería capaz de añadir veneno en la comida porque no hay honor en matar de ese modo, por eso no entran mujeres en esa área del castillo.
Ciertamente la idea de que antepasados del lobo hubieran sido envenenados a manos de sirvientes que trabajaban para ellos no le sorprendía, no si tenía en cuenta que eran unos seres salvajes sin escrúpulos que se adueñaban de todo aquello que querían.
En su recorrido no vio ni una sola vez al lobo o sus hermanos, algo le decía que no solían pasar largas horas dentro del castillo, sino que más bien su labor se encontraba fuera de este, pero lo que si pudo apreciar fue un amplio séquito de guardias que custodiaban y rodeaban todo el perímetro del lugar.
Tendría que obrarse un milagro si deseaba escapar sin ser vista, ni tan siquiera la oscuridad de la noche podría ser su aliada con tantos pares de ojos observando a su alrededor.
—¿Tantos enemigos posee el lobo para que el castillo deba ser custodiado como una fortaleza? —exclamó Melissa divisando que en la cima de la muralla también se hallaban apostados más guardias.
¿Cuántos hombres serían? No los había contado, pero no le parecía descabellado pensar que la cifra se acercase al centenar.
Melissa se preguntó si el lobo temía tanto por su vida o por sus posesiones para apostar a tantos soldados en su propia casa. ¿Cuánto gastaría solamente en comida para llenar las tripas de todos esos hombres?, ¿Tan rico era su esposo?
Referirse a él por ese término le resultaba demasiado extraño, prefería llamarle lobo solo porque parecía mucho más despectivo y menos cercano.
—¿A qué teme el lobo? —expresó dando voz a sus pensamientos refiriéndose al hecho de que le parecía demasiado extraño que poseyera un ejército.
Nadie en el pueblo osaría enfrentarse a los Wolf, eran temidos por todos puesto que eran dueños de casi todo, ¿Entonces de quien tenían que defenderse?
—No entiendo vuestra pregunta mi señora —replicó la voz de Eleanor confusa.
—No le temo a nada —irrumpió la voz masculina y con evidente desagrado tras ellas provocando que Melissa diera un pequeño salto y mascullara un improperio ante la conmoción.
¿En que momento había llegado y de que modo sigiloso para que ninguna de las dos se hubiera dado cuenta? En cuanto se giró sobre si misma para ver aquellos ojos grises, descubrió que aún llevaba ese pañuelo negro que cubría casi todo su rostro, como si acabara de regresar o estuviera por marcharse.
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La Melodía del Lobo
Historical FictionNo tientes al lobo, podría comerte... ¡Ya podéis agregarla a vuestras bibliotecas! Esta historia comenzará después de "Cohibida"