Capítulo 74

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El olor a algo dulce comenzó a atraerla y una voz alegre cantaba cerca de ella, intentó abrir los párpados, pero le pesaban demasiado y el leve movimiento hizo que una luz le cegara.

Se quejó por ello, trató de mover su cuerpo y se estremeció al sentir el entumecimiento de sus piernas.

—Llamad a Aurora —mencionó una voz de hombre que se parecía demasiado a la de Cassian.

Eso hizo que probase a abrir los ojos con ímpetu. ¿Estaba él allí?, ¿Estaba ella muerta?, ¿Por qué sentía esa pesadez en su cuerpo? Los recuerdos llegaban a sus pensamientos.

Hunter. Eleanor. Su hijo. Helena. Cassian dirigiéndose a la batalla. Eleanor diciendo que él había matado a su hermano...

Abrió los ojos y le costó adaptarse un momento. No había tanta claridad como pensaba, el fuego ardía en la habitación. Sus ojos se pasearon por el lugar, reconociéndola, pues había visto numerosas veces la habitación que pertenecía a Elisa Rouge, su abuela.

Y ya no estaba.

—Habéis perdido mucha sangre, debéis tomároslo con calma. —La evidente preocupación en su voz la turbó.

Se acercó hasta ella y con movimientos suaves apartó el cabello de su cara, al mismo tiempo que la tocaba.

—Creí que os había perdido. Y cuando os encontré, pensé que os perdería de nuevo. No he pasado tanto miedo en mi vida como en los últimos días —confesó cogiéndole una mano y llevándosela a los labios para besarla con una delicadeza inaudita.

Sus ojos se perdieron en ese mar gris que la observaba, ese color tan profundo que siempre había admirado y que ahora encontraba una infinita calma. Le quería. Amaba tanto a ese hombre que sentía una conmoción en su pecho infinita. Deseaba decirle que ella también había tenido miedo de no volver a verle, que pasó día, tras día durante aquellos tres meses que estuvo separada de él rezando porque la encontrara, rogando porque no aceptara la versión de Eleanor de haber escapado de él para iniciar una nueva vida. Ella no quería ninguna otra vida que no fuera a su lado, no por la promesa que le hizo antes de partir un día antes de que Hunter la secuestrara, sino porque realmente quería ser su esposa y amarle el resto de sus días construyendo su familia.

¡Su hijo!

—¿Dónde está el niño? —preguntó alarmada y tratando de alzarse, pero él la detuvo.

—Está bien. No debéis preocuparos. Es el sietemesino más fuerte y sano según Aurora. Tendrá una vida larga y unirá estas tierras a las mías en una sola. —Había orgullo en sus palabras y por estas, ella supo que había sido un varón, aunque ya intuyó que lo sería desde el primer momento que supo que lo aguardaba en su vientre.

—Hunter a... —fue incapaz de acabar la frase.

—Hunter y Eleanor han muerto, al igual que toda la guardia que le acompañaba. Envié a un pequeño batallón a su casa, donde os tenía recluida a vos y a vuestra madre. —Hizo una pausa y a ella se le cortó la respiración esperando oír que Desirè estaba allí, en algún lugar de la casa, a salvo de cualquier peligro—. No se pudo hacer nada por ella, tenía numerosos cortes y una puñalada cerca de su corazón, tal vez si hubiéramos llegado antes... lo lamento. Lo lamento tanto.

Las lágrimas que emanaban de sus ojos comenzaron a fluir sin poder detenerlas mientras la última imagen de su madre regresaba a ella.

Había dado su vida para salvarla. Se había entregado a la muerte sin consecuencias para darle una oportunidad a ella y a su bebé. Ahora estaría junto a su padre, el único hombre que había amado y que le fue arrebatado, caminando juntos, esperándola al otro lado de la vida.

La Melodía del LoboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora