Capítulo 33

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Buenas flores!!!! La semana pasada no pudo ser, estaba ocupada y el breve momento que me puse a escribir tenía tanto sueño que sentía que las ideas se me dispersaban... espero que lo disfrutéis hoy de igual manera!!!
Tengo que reconocer que "pa no variar" en mi mente era más corto... así que en el próximo continuará jejejejeje

 así que en el próximo continuará jejejejeje

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Debilidad.

Eso era lo que la embargaba cada vez que el lobo la tocaba de ese modo. Podía sentir como toda su fuerza se perdía por cada extremidad de su cuerpo sintiéndose vulnerable y frágil entre sus brazos por culpa de sus caricias que la hacían enardecer de un placer hasta ahora desconocido.

Quería que él se detuviera.

Necesitaba que él se alejara de ella.

El problema residía en que el deseo porque continuara lograba ser más fuerte que los que se oponían.

Aún empuñaba la daga con fuerza, como si eso fuera el último resquicio que le quedaba de imposición hacia sí misma para detenerle, pero era tan consciente de que no sería capaz de matarle casi tanto como de que él no se detendría.

—Si así fuera, no tendríais una daga en el cuello —jadeó Melissa en un vano intento de recuperar la cordura.

La mano del lobo rodeó la de ella donde empuñaba la daga y comenzó a apartarla de su garganta a pesar de la fuerza que Melissa implicaba para evitarlo. Finalmente la colocó en alto sobre la cabeza de ella y muy lejos de su cuello.

—Si quisierais matarme lo habríais hecho cuando tuvisteis la oportunidad, no deseáis mi muerte como no deseáis que me detenga. No me importa si no queréis admitirlo, vuestro cuerpo lo hace por vos.

Tenía razón.

Por más que pudiera negárselo, el maldito lobo tenía razón.

Era incapaz de matarle y ni siquiera sabía la razón. Pero también era consciente de la sensación creciente que su cuerpo albergaba, haciendo que poseyera por completo sus sentidos ante el deseo de descubrir los placeres que aguardaban.

Puede que solo se tratara de eso, de que necesitaba descubrir que había tras aquel deseo, tras ese fruto prohibido que él incitaba fervientemente a que pecara y con toda probabilidad, una vez que mordiera aquella fruta envenenada descubriría que el sabor no era el elixir que ella imaginaba, sino algo perverso y fácil de superar.

No era deseo hacia él mismo, sino a lo que podría proporcionarle en respuesta a sus caricias.

¿Y si se rindiera por una vez a ese calor que sentía? Una única vez en la que descubriría y después podría volver a dominar su cuerpo al completo.

Aquel lobo astuto presionó el punto exacto en su mano para que la fuerza que ella ejercía sobre la empuñadura de la daga cediera y el ruido del metal contra el pavimento se sintiera por toda la habitación, aunque aquello solo provocó una débil sonrisa en los labios de él como triunfo a su ejecución.

La Melodía del LoboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora