Capítulo 60

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El té de aquella mañana era tan fuerte que sintió como se revolvía su estómago y lo apartó a un lado, decantándose por los panecillos de miel. Aquella mañana le había traído el desayuno Aurora y le sorprendió verla puesto que casi siempre Eleanor era la única que venía hasta el torreón. Se había dado cuenta de que la mujer de mediana edad tenía más carga de trabajo desde que Beatrice parecía relegada de algunas funciones y a pesar de que la mujer no se quejaba, no le parecía correcto que tuviera que ser ella quien se cargara de trabajo.

—¿Se encuentra bien Eleanor? —preguntó a Aurora.

—Si, por supuesto. Esa muchacha parece debilucha, pero tiene una templanza férrea. Está tendiendo la colada, en invierno se seca antes si tendemos dentro del castillo y los baldes son muy pesados para esa larga distancia. En mis tiempos de moza, haría esa tarea con argucia y sencillez, pero ahora mis doloridos huesos me lo impiden —se quejó la buena mujer.

—¿Os habéis quejado al señor del castillo de la falta de personal? —preguntó Melissa de forma directa.

—Mi señor tiene otros menesteres más importantes. Además, entre Eleanor y yo nos apañamos y ahora sería difícil encontrar una sirvienta de confianza, no se puede atravesar el bosque para ir hasta la otra aldea más lejana.

Lo que probablemente Aurora no querría admitir es que nadie de Roterumhang vendría a servir al castillo. Ya fuera por temor, enemistad o ambos unidos.

No le paso desapercibido que había evitado mencionar a Beatrice a pesar de que aún permanecía entre aquellos muros. ¿La habría relegado como sirvienta y ahora simplemente ostentaba el titulo de concubina? La idea le asqueó.

—Yo hablaré con él —afirmó Melissa—. Estoy segura de que se podrá encontrar a alguien pronto.

Quizá porque era el modo de averiguar qué funciones tenía Beatrice en el castillo.

—Se lo agradezco enormemente, mi señora —admitió Aurora recogiendo su bandeja—. ¿Quiere que le deje el té para tomárselo más tarde?

Recordar su sabor generó una inquietud en ella y negó con la cabeza.

—Está demasiado fuerte, le agradecería que indicara que lo sirvieran menos cargado la próxima vez, últimamente su sabor es casi insoportable.

Ante esta afirmación vio como Aurora se llevaba la taza a los labios para comprobarlo por sí misma y tras tragar un sorbo de su contenido proclamó una maldición e hizo un gesto de horror en su rostro que la hizo quedarse tan pálida y blanca como la nieve.

—¡Orson!, ¡Orson! —comenzó a decir la mujer y vi como la bandeja temblaba en sus manos.

El hermano menor del lobo entró precipitadamente ante la llamada de Aurora.

—¡Decid a vuestros hermanos que vengan inmediatamente!, ¡Corred! —este pareció dudar, pero asintió y se marchó a gran velocidad.

Aurora se llevó las manos al rostro y observó la taza de té que aún albergaba casi todo su contenido. Volvió a cogerla y a dar otro sorbo. Un nuevo bramido de horror profirió de su garganta.

—Solo es una taza de té cargado, no creo que esté envenenada, llevo tomándola varios meses y no he notado nada... —mencionó porque no comprendía la conmoción de Aurora.

—Mi señora, reconocería ese sabor en cualquier modo que intentasen camuflarlo, pues lo tomé durante años —afirmó sorprendiéndola—. Es una hierba para evitar que quede embarazada, e incluso si lo está, su uso continuado provocaría la pérdida. ¿Entiende ahora la gravedad?

Se alzó tan rápidamente de su silla que sintió como un leve mareo tambaleaba sus piernas. Se apoyó rápidamente en el respaldar de la silla y después se alejó de aquella bandeja donde se hallaba la taza de té maldita.

La Melodía del LoboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora