Capítulo 75

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Cuatro días más tarde, Melissa se alzó del lecho a pesar de que Cassian habría preferido que permaneciera uno o dos días más, pero no pensaba perderse por nada del mundo la pila funeraria de Enzo.

Habían construido una enorme estructura de madera digna de un rey durante aquellos cuatro días sin descanso. Estaba cubierta de paja y sobre ese lecho descansaba el cuerpo sin vida de Enzo.

Apoyada en el brazo de Cassian avanzó desde la casa hasta el lugar donde el guerreo al que le debía la vida se encontraba. Orson fue el primero en despedirse de él, haciendo una reverencia y dandole las gracias por ser un ejemplo a seguir, además de un buen hermano.

Tras su marcha, Cassian se acercó a su difunto hermano con lágrimas en los ojos.

—Encontrad paz allá donde estéis, hermano. Vuestro recuerdo y vuestra sangre vivirá en mi hijo y vuestro sacrificio será recordado para siempre. Gracias por entregar vuestra vida para salvar a uno de los vuestros. Seréis honrado en vida y honorado en muerte. Os estaré eternamente en deuda. —Tras sus palabras se arrodilló ante él en una reverencia como lo haría ante un rey.

Melissa no podía evitar que alguna lágrima saliera de sus ojos. Era injusto que él hubiera muerto de ese modo y privarle una vida plena como la tendrían sus hermanos. Habría querido tanto llegar a conocerlo de verdad, sin la distancia que él mantenía, sin ese gesto que le hacía creer que no soportaba su presencia. Siempre había creído que él la detestaba, pero estaba tan equivocada.

Lo había estado desde el principio.

—Sé que si os hubiera conocido en otras circunstancias os habría llamado hermano y os habría amado como tal. Siempre pensaré en vos como parte de mi y lucharé cada día para que la oportunidad de vivir que nos disteis a mi hijo y a mi, no sea en vano. Descansa en paz Enzo Wolf, el ángel protector —logró decir con una voz casi rota por la emoción.

Tocó por última vez su armadura de guerrero y se alejó junto a Cassian hasta el lugar donde se hallaba Helena con su hijo, haciendo que esta se lo entregara y lo acunara contra su pecho.

Dos soldados lanzaron flechas ardientes hacia la pila de madera, que no tardó en prenderse y permanecieron más de una hora observando como el fuego arrasaba todo, mientras un silencio abismal reinaba el lugar.

Cassian apretaba su cintura sin soltarla, asegurándose de que no cayera al suelo por si sentía que sus piernas flaqueaban, pero no fue necesario que la cogiera en brazos o la ayudara, pues tras el funeral de Enzo, vino el de su madre, mucho más sencillo y sin demasiada ceremonia.

Habían excavado su tumba junto a la de su padre y su abuela, en la que no estuvo presente durante su entierro y de la que apenas pudo despedirse, aunque si, pudo verla.

Hunter le había robado tantas personas queridas para ella. No sabía si estaba mal regocijarse de que esa serpiente venenosa hubiera muerto, tanto él como su hermana. Aún seguía sin creer que esa muchacha dócil, ingenua, tan gentil y disponible, tan servicial... hubiera intentado matarla.

Se despidió de su madre con promesas de tener una vida plena y feliz como ella quisiera. Se alegro de que al menos, en su muerte, estuviera junto a su padre. Le prometió hablar a Enzo de ella, de como dio su vida para salvarla y también de su abuela, un ejemplo de mujer valiente. Y por supuesto, de su padre, que a pesar de tener vagos recuerdos, fue el mejor padre que pudo tener.

Comprendió entonces lo afortunada que era, de que tantas personas la hubieran amado tanto que habían estado dispuestas a entregar su única vida por y para su hijo y ella.

No las olvidaría.

Nunca lo haría.

Y les hablaría de ellos a sus hijos, porque esperaba tener más hijos, muchos más. Quería que Enzo creciera con unos hermanos tan unidos como Cassian lo estaba con los suyos.

—Regresemos a casa —dijo a Cassian dejando que él la cogiera en brazos con el pequeño que comenzó a protestar en su regazo.

—Por supuesto —dijo él rozando con su mejilla con el mentón en una leve caricia.

—A nuestra casa —recalcó haciendo que él sonriese.

Mientras Cassian entraba en el salón de aquel hogar, recordó innumerables momentos cuando era niña y su abuela le enseñaba aquellas canciones justo allí, mientras ella las recitaba y bailaba a la par.

Había conocido su futuro desde entonces, lo había aprendido en esas canciones y nunca podría haber sospechado que hablasen de ella y de lo que la aguardaría cuando creciera.

Cassian era su lobo feroz. Ella había nacido para ser suya, y él para ser de ella. Puede que su comienzo no hubiera sido el mejor, pero ahora sabía que el amor verdadero era capaz de prevalecer sobre cualquier adversidad que encontrara.

Esa misma noche, Aurora y Helena comenzaron a hacer los preparativos para partir a la mañana siguiente. El frío ya formaba escarcha y los días no eran tan largos, además deberían hacer más paradas debido a su estado y al pequeño Enzo, por lo que tendrían que hacer noche en el bosque. Si demoraban la partida, la situación empeoraría y Enzo era demasiado pequeño para que soportara un frío gélido. Debían partir cuanto antes o tendrían que pasar todo el invierno en la casa de su abuela, aunque ahora fuera de ella, siempre sería la casa de Elise para ella.

La preocupación de un ataque o emboscada había dejado de existir, la enemistad entre Rouge y Wolf, había acabado para siempre al descubrir que el verdadero traidor no era otro que Hunter, que había jugado todo ese tiempo a ser el intermediario de ambos clanes, infiltrándose entre su gente y ahora que él había muerto, sus fieles soldados habían sido descubiertos.

Durante el viaje de regreso al castillo, Melissa cabalgaba junto a Cassian, tal como lo hizo tres meses atrás, pero ahora llevaba a su hijo en el regazo, protegido del frío, recibiendo el calor de su cuerpo con su contacto. Llevaban algunas horas sin parar y finalmente se detuvieron, vio como Orson y Helena se perdían entre el movimiento de la comitiva. Su vista se perdió adentrándose en el bosque tras varios arbustos y percibió que Cassian también lo había observado, pero no mencionó nada al respecto.

—¿No tenéis nada que decir sobre ellos? Recuerdo que una vez dijisteis que erais responsable de preservar su virtud —preguntó con diversión.

—Descubrí que esos dos tenían algo el día que Beatrice nos reveló las intenciones de Hunter y como ella le había ayudado —dijo bajándola con cuidado del caballo para no causar daño al pequeño—. Cuando me negué a que nos acompañara porque podría ser peligroso, vuestra amiga se reveló y aunque no recuerdo las palabras exactas, porque en ese momento estaba colérico al conocer la verdad sobre Hunter, dijo algo así como: mi amistad está por encima de vuestras decisiones y si algo le ocurre a ella sin que yo esté ahí para ayudarla, destrozaré este castillo piedra a piedra con vos dentro.

Casi se echó a reír por la ocurrencia de Helena y aunque la veía capaz de ello, le honraba tener una amiga como ella.

—¿Por eso dejasteis que os acompañara? —preguntó.

—No —negó rápidamente—. Sus amenazas me habrían dado igual, fue la intervención de Orson en su defensa lo que me hizo saber que ama a esa mujer. Mi hermano jamás habría intermediado en una decisión que ya he tomado para hacerme cambiar de idea, pero lo hizo por ella, sabiendo que si permanecía en el castillo, estaría a salvo.

—¿De verdad habéis tardado tanto tiempo en daros cuenta? —exclamó empujándole levemente el hombro, pues no se movió ni un ápice de su sitio —. Esos dos llevan juntos desde que supe que esperaba a Enzo.

Vio como Cassian abría la boca y después la cerraba, probablemente buscando evidencias o preguntándose como era posible que no se hubiera dado cuenta.

Ella comenzó a reír de verdad, como llevaba meses sin hacer, como creyó que no volvería a hacerlo después de perder a tantos seres queridos para ella, a pesar de que tenía a su hijo Enzo, a Cassian, Helena, Orson e incluso Aurora a su lado.

Sin embargo, la situación más absurda la había hecho volver a reír de nuevo.

Si. Sería plenamente feliz, se lo debía a aquellos que dieron su vida.

La Melodía del LoboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora