Capítulo 71

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Llevaba tres meses encerrada en aquella celda. Sin luz. Sin ver a nadie salvo la visita diaria de su madre para asegurarse que seguía con vida.

Su comida era racionalizada, lo justo para sobrevivir. Hunter le había dejado muy claro que su hijo sería asesinado en cuanto naciera, así que le importaba muy poco moría en su vientre, en realidad le haría un favor si lo hacía pues así podría engendrar a su propio hijo, el que heredaría sus tierras.

Cada día rezó porque Cassian la encontrara. Porque no hubiera desistido en su búsqueda, pero el propio Hunter le advirtió hace semanas que había retirado a sus soldados del castillo y dejó de enviar partidas para buscar algún rastro que les condujera hasta ella.

—No tiene la más mínima sospecha de que te oculto en mi propia casa —dijo jactándose de ello—. Su amante tuvo un hijo de mi sangre que criará como suyo, y yo mataré al que es legítimo y haré que su esposa alumbre al heredero de los Rouge.

Enterarse por Hunter que el hijo de Beatrice era suyo y no de Cassian la hizo sentirse realmente miserable. ¿Por qué no le creyó cuando le dijo que él no había estado con Beatrice? Ya no quedaban lágrimas por derramar, ni voz con la que gritar.

Nadie la oía. Nadie la escuchaba. Y cada vez estaba más segura de que el lobo no vendría.

—¡Si le ponéis una mano encima a mi hijo, seréis hombre muerto! —le gritó en varias ocasiones, pero Hunter siempre se jactaba de que él disfrutaría poseyéndola mientras se retorcía negándose a que la hiciera suya.

No tuvo reparos en confesar que cuando le diera ese hijo, él también la mataría, así se aseguraría de que no pudiera alumbrar a ningún heredero más. Si su hijo era el propietario legítimo por sangre de la tierra de los Rouge y éste moría, él sería el dueño de todas esas tierras. Supo sin necesidad de que lo dijera, que sería capaz de matar a sus propios hijos para apoderarse de todo.

En varios de esos arrebatos de puro odio, reveló el secreto mejor guardado que ni los Rouge, ni los Wolf habrían podido sospechar jamás.

Cèlestine Rouge amaba a Odell Wolf y por ese amor al que su padre se negaba, rechazó a Patric Hunter, cuyas riquezas y posición estaban por encima de las de Odell. Su matrimonio estaba acordado, las tierras de los Rouge debían ser suyas, así que cuando ella trató de fugarse para unirse al clan Wolf, Patric la interceptó y la mató en el bosque. La prefería muerta antes de que las tierras que ya consideraba suyas pasaran a ser de otro.

La disputa entre Wolf y Rouge resultó favorable para que nadie sospechase de él y desde entonces, tenía espías en ambos clanes, conociendo al detalle cada movimiento. De ese modo, podían realizar ataques a uno u otro bando, provocando que la enemistad entre ellos fuese cada vez más sangrienta. Sin sospechar por un instante, que pudiera tratarse de alguien más.

—Hemos levantado sospechas, desde luego. Vuestro padre fue el último en conocer nuestro secreto... fue muy fácil camuflar su muerte, los lobos dejaron muy poco que salvar de él —confesó un día. Ahí fue más consciente que nunca que le confesaba todo aquello para hacerla sufrir aún más, fomentando su odio, como si disfrutara de ello, sabiendo la repulsión y el asco que sentiría cuando la tomara a la fuerza.

La principal motivación de los Hunter era acabar con los Rouge hasta poseer las tierras que consideraban suyas por derecho legítimo, pero no previeron que los Wolf se alzarían con tanto poder y por eso asesinaban a las esposas, evitando que les dieran hijos que a su vez forjarían lazos de unión con clanes ricos.

—Lo único que no previne fue la traición de vuestro padrastro, ese inútil de Félix cuya labor era demasiado sencilla, haced de vuestra vida una miseria para que, al presentarme ante vos, aceptaseis súbitamente mi propuesta. Le maté yo mismo cuando lo reconoció. Eleanor escuchó la conversación de vuestro lobo con uno de sus hermanos sobre dicho acuerdo. Fue un error no visitaros antes de hacerlo, pero ya no importa. Ahora estáis aquí y sois finalmente mía.

Melissa marcó con una piedra otra línea sutil en la pared. Noventa y dos días desde que Hunter la encerrase en aquel lugar donde con toda seguridad, moriría. La esperanza de que Cassian la encontrase tras todo ese tiempo era realmente mínima. Si no lo había hecho ya, si no la había hallado es porque no tenía sospecha alguna de su secuestro y la versión que Eleanor había contado sobre huir, él la habría creído completamente.

El ruido de los cerrojos comenzó a sentirse y se alzó del asiento desgastado de madera en el que se hallaba. Era el único mueble aparte del jergón que se encontraba directamente en el suelo cubierto de paja. En aquellos tres meses no habían limpiado su habitación, no se había dado ni un solo baño, teniéndose que conformar con paños y agua para refrescarse fugazmente, sentía el cabello tan sucio y grasiento que convivir con el picor se había vuelto una costumbre. La única distracción que disponía era la corta visita de su madre y cuando la vio atravesar el umbral, sintió aún más su desdicha.

Si Cassian no la hubiera secuestrado aquel día, habría conocido esa desdicha mucho antes.

La puerta volvió a cerrarse y su madre la cogió rápidamente de sus manos, para apretarla con fuerza.

—Escuchadme, no tenemos mucho tiempo —comenzó a decir en voz baja—. Los hombres de Hunter se han ido, no se exactamente a donde, pero lo único que importa es que no están en la casa, solo ese fortachón que me ha traído y otro guardia que custodia la entrada. Cuando salgáis de aquí, subid las escaleras y saltar por la primera ventana que encontréis. Dan a la parte trasera de la casa.

Melissa observó con tanta atención a su madre que retuvo en su mente cada palabra.

—¿Cómo distraeremos a este guardia? —exclamó.

Su madre no tenía tanta fuerza y ella con su vientre abultado de siete meses, dudaba que fuese de gran ayuda, aunque pondría la vida en ello si así escapaba de esa pesadilla.

—No os preocupéis por eso, lo tengo pensado, pero debéis prometedme que cuando se abra esa puerta, no mirareis atrás. No me esperareis. Vos y vuestro hijo debéis vivir por toda la sangre que los Hunter han derramado, incluida la de vuestro padre.

Sus ojos se empañaron, amenazando con escapar lágrimas que luego no cesarían.

—No puedo dejaros aquí, él os matará...

—Prefiero morir a ver como él os destroza y aniquila toda una estirpe. Debéis vivir y cumplir vuestro destino.

No tuvo tiempo de contradecir de nuevo a su madre, pues el sonido de los cerrojos comenzó a escucharse de nuevo y en el momento que la puerta comenzó a abrirse, vio la hoja afilada que su madre sacaba bajo la manga del vestido.

—¡Ahora Melissa!, ¡Corred! —gritó Desirè antes de abalanzarse contra el corpulento hombre que gruñó cuando la hoja de metal se hundió en el costado.

Su madre aprovechó el momento para saltar sobre él provocando que se apartara de la puerta por el desequilibrio.

Melissa corrió hacia el exterior y miró por última vez a su madre, sabía que la única posibilidad para ambas y para su hijo era escapar y pedir ayuda. Con todo el dolor que implicaba su decisión y con la férrea valentía de su madre por darle esa oportunidad, saltó desde la ventana del salón y no miró atrás como ella le había dicho.

La luz del día la cegó, y aun así corrió como si su vida dependiera de ello. Sus pulmones ardían, sus manos sujetaban su vientre y se sentía tan agotada que pensó que desfallecería. ¿Cuánto tiempo hacía que se adentró en el bosque? No reconocía el lugar, nunca había estado en aquella tierra tan lejana de la suya, pero el tiempo corría en su contra. No habrían tardado en dar la voz de alarma y avisar a Hunter de que se había escapado. Si no encontraba un lugar en el que ocultarse pronto o alguien que la ayudara, sus probabilidades de que él no la encontrase se reducían drásticamente.

La Melodía del LoboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora