Capítulo 30

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Hellooooooo flores!!!! Después de unas mini-vacaciones regreso!!! En realidad han sido vacaciones forzadas, no era mi intención en primera instancia pero al no tener guardería mi hijo pequeño y tener visitas de amigos/familiares... no me quedó de otra que vacaciones obligadas jejejee, he intentado estar activa por redes ya que era lo que sí podía hacer en pequeños huecos, pero era coger el teclado y el portátil o el ipad salían volando... en fin, no me enrollo más, que tendréis actualizaciones seguidas desde la próxima semana!!!

Que disfrutéis florecillas!!!!

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Nadie la había tocado de un modo tan íntimo como lo hacía el lobo, ¡Ni siquiera ella se había tocado de la forma en la que él lo hacía! Jamás habría imaginado que podría obtener un exquisito placer con aquel roce y el único modo que halló para aca...

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Nadie la había tocado de un modo tan íntimo como lo hacía el lobo, ¡Ni siquiera ella se había tocado de la forma en la que él lo hacía! Jamás habría imaginado que podría obtener un exquisito placer con aquel roce y el único modo que halló para acallar lo que él producía con el movimiento de sus dedos en aquella parte de su cuerpo fue forzar la cuerda que maniataba sus manos al cabecero del lecho hasta que un fino hilo de sangre comenzó a recorrer sus brazos.

Sentir aquel dolor rasgando su carne era lo que necesitaba para no admitir que el maldito lobo tenía razón en cuanto a la respuesta de su cuerpo.

Ese hombre la había raptado. Le había robado su libertad constriñéndola a casarse con él cuya única finalidad era la de obtener un legítimo hijo para acceder a las tierras que un día serían suyas cuando su abuela muriera. La había castigado, humillado y denigrando frente a todos.

¿Por qué entonces su cuerpo le deseaba a pesar de todo?

¿A qué juego macabro la estaba sometiendo para despertar ese instinto carnal en ella hasta el punto de hostigarla a tener que reconocerlo?

Si antes le odiaba, ahora lo hacía aún más por asegurarle lo que ella con tanto ahínco intentaba ocultar.

—¡Os odio! —bramó ahogadamente cuando percibió como una inquietud vibrante comenzaba a devorarla.

—Lo sé —dijo él sin ningún tipo de emoción—. Es algo mutuo —susurró introduciendo uno de sus dedos en ella y haciéndola exclamar un grito ligeramente ahogado.

Por un momento Melissa creyó que moriría, que aquella sensación que él provocaba con sus dedos y la cual no dejaba de crecer la consumiría hasta las profundidades de una oscuridad de la cuál no regresaría. Y a pesar de saberlo, lo cierto es que quería hundirse en esa vorágine a la que la estaba lanzando porque era lo que su cuerpo reclamaba por encima de su propio pensamiento.

Se estaba volviendo loca.

Debía haber perdido el juicio para pensar de semejante forma, pero el instinto más carnal se había apoderado de ella hasta cubrir cualquier vestigio de cordura que quedase en su cuerpo.

La Melodía del LoboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora