Pues iba a subirlo mañana, pero mira tu por donde... me dio tiempo a escribir!
Disfrutadlo flores!Melissa iba a protestar, sus labios se apartaron del lobo para rehusar y negarse a las palabras que con tanta contundencia él afirmaba.
No quería nada de él, ni siquiera su placer, aunque su cuerpo continuara traicionándola el recuerdo de la pasada noche era lo suficientemente vívido para negarse a cualquier cosa que él ofreciera y eso la hacía aunar fuerzas para separarse a imponerse a la voluntad del lobo.
—No... —susurró casi en un jadeo y él volvió a besarla con intensidad, como si fuera consciente de que sus muros flaqueaban y deseaba derribarlos por completo—. ¡No! —negó con insistencia apartándose de él y aprovechando que no la apresaba con fuerza para escapar de las garras que suponían sus brazos.
Escuchó como él resoplaba de frustración, quizá conteniendo su ira o tal vez tratando de albergar una paciencia de la que no disponía. Si deseaba forzarla estaría en su conciencia, pero no pensaba facilitarle las cosas, eso lo tenía muy claro. Incluso a pesar de sentir un resquemor inmediato en su estómago por lo que los besos del lobo le provocaba, se había prometido a sí misma que él no volvería a tocarla.
Melissa no apartaba la vista del lobo, quizá porque esperaba que él se dirigiera hacia ella y volviera a apresarla con fuerza para hacer lo que ella no le había dejado. En cambio, no lo hizo, sino que fue testigo de como empezó a desprenderse de sus prendas hasta quedar completamente desnudo.
Una parte de ella se sentía febril por ver ese cuerpo definido, musculoso, bronceado y no podía negar que demasiado atrayente. Se abstrajo, sus pensamientos quedaron eclipsados por los movimientos de este y en lugar de sentir pánico porque él cambiase de opinión y la tomara contra su voluntad, simplemente sintió fascinación por la desnudez que sin pudor alguno le proporcionaba.
No fue hacia ella, sino hacia la tina que contenía el agua que ella había dejado y que sin lugar a duda, estaría fría.
—Atendedme pues —habló de malos modos, con evidente fastidio en su voz. Los pies de ella no se movieron ni un ápice, como tampoco lo hicieron sus labios para negarse o asentir a su orden—. Cambiaré de opinión respecto a lo de yacer con vos si no movéis vuestros pies hasta aquí y me atendéis —prosiguió en el mismo tono sin siquiera mirarla.
Finalmente reaccionó. Y colocó uno de los cubos lleno de agua junto al fuego antes de dirigirse hacia la bañera para arrodillarse cerca del lobo.
No la miró, ni se detuvo en sus movimientos, se limitó a comer las uvas que aún permanecían en la fuente que le habían traído y a pedirle que rellenara su copa hasta en tres ocasiones mientras las vaciaba de un solo trago.
¿Estaba sediento?, ¿O esperaba que el alcohol del vino surtiera efecto? Ella era consciente de que los hombres bebían para mermar sus sentidos, pero también era consciente de que el alcohol sacaba a relucir las partes más oscuras de un hombre; tanto su imposición, como su fuerza y violencia.
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La Melodía del Lobo
Historical FictionNo tientes al lobo, podría comerte... ¡Ya podéis agregarla a vuestras bibliotecas! Esta historia comenzará después de "Cohibida"