El sol se estaba poniendo y Melissa sabía que debía acudir a la cena junto al lobo que sería servida en breve. También era consciente de que hacerle esperar despertaría su mal humor, aunque dudaba que este se esfumara fácilmente, solo lo había visto en una ocasión más dócil y ni siquiera conocía la causa que lo había tenido de ese modo aunque tampoco había durado demasiado.
Le importaba muy poco lo que quisiera el lobo, pero le haría saber que no estaba bajo su dominio por mucho que él creyera lo contrario. Ella no quería ser su esposa y por ende, tampoco deseaba actuar como tal, pero sabía que seguir su rol era el único modo para hallar las respuestas que anhelaba y quizá, para hacerle bajar la guardia y escapar de aquel maldito castillo de sangre.
Castillo de sangre. Seguro que ese era el nombre debido a todas las esposas que allí habrían muerto desangradas a manos de las fauces lobunas de sus esposos.
No alumbraría al hijo de un lobo, no permitiría que ese bastardo la tocase.
Se sentó sobre el lecho decidida a perder el tiempo mientras el lobo la aguardaba, probablemente de ese modo él comprendería que no pensaba someterse a sus amenazas. Iría, pero no cuando él lo esperaba.
Aún quedaba luz cuando decidió alzarse y encontró a Aurora en el pasillo agitada, caminaba en su dirección como si la estuviera buscando.
—Cassian me envía a buscaros, está de mal humor ¿Porqué tardáis tanto mi señora? No os conviene en vuestra situación que empeoréis las cosas...
—¿Y que me convendría según vos, Aurora? —exclamó sin refreno alguno—. ¿Acaso creéis que por alguna razón divina vuestro señor cambiará de opinión y me dejará marchar si soy puntual? Y no soy la señora de este lugar, podéis llamadme por mi nombre.
Melissa tenía toda la intención de dirigirse hacia el gran salón, pero Aurora la sacó de su error y en cambio la dirigió hacia otra sala del castillo, la misma en la que estuvo el primer día que llegó allí y se encontró a solas con el lobo.
—El señor del castillo nunca cena en el gran salón, siempre lo hace solo en un salón privado y de forma habitual requiere que nadie le moleste —dijo Aurora sin contestar a su demanda pero aclarándole el porqué no se dirigían hacia el comedor.
Si siempre cenaba solo y pedía que no le molestaran, ¿Por qué había decidido que ella cenara junto a él?
Dudaba que Aurora supiera la respuesta, así que evitó mencionarla y esperó hasta que llegaron al lugar y la doncella abrió la puerta. Tuvo que empujarla para pasar y tras dar varios puntapiés escuchó como cerraba la puerta.
La había lanzado al lobo sin ningún tipo de defensa.
La habitación estaba iluminada por diversas velas, la chimenea prendía con fulgor y aunque la luz era tenue, se veía más que suficiente una mesa abundante. Su estómago rugió. Apenas había comido el día anterior y se había saltado el almuerzo fingiendo no encontrarse bien solo para no soportar al lobo de nuevo.
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La Melodía del Lobo
Historical FictionNo tientes al lobo, podría comerte... ¡Ya podéis agregarla a vuestras bibliotecas! Esta historia comenzará después de "Cohibida"