Capítulo 25

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Que disfrutéis del capítulo Bellas!!!

Si algo había aprendido es que el lobo no bromeaba, sino que llevaba a termino sus amenazas

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Si algo había aprendido es que el lobo no bromeaba, sino que llevaba a termino sus amenazas.

—¿Pretendéis que os atienda completamente mojada? —exclamó en un intento de disuadirle.

—Estáis dentro de la tina, os resultará más cómodo.

Era evidente que se había vengado por haberle tirado la pastilla y a pesar de la incomodidad que suponía estar los dos dentro de aquella bañera que no era de grandes dimensiones, cada ligero movimiento hacía que sintiera el roce de su cuerpo bajo sus nalgas.

¡Maldito fuera ese lobo bastardo!

Para su humillación vio como le daba aquel paño, cogía con sus manos las suyas propias y le enseñaba a frotar aquella pastilla de jabón sobre la suave tela para enjabonarlo antes de llevarla a su torso como si jamás hubiera hecho tal hazaña.

Durante lo que le pareció una eternidad Melissa guardaron silencio mientras ella limpiaba el rastro de ceniza que cubría los hombros, el cuello y la parte superior de la espalda del lobo hasta eliminar también el ungüento que acababa de ponerle y que ya estaba casi seco.

—Durante años mostrasteis timidez y temor cada vez que os observaba en la aldea, erais como un cordero asustado cuando sabe que el lobo le dará una caza certera. ¿Por qué ahora no hay miedo en vos? Ni tan siquiera una pizca de temor.

Aquella pregunta le sorprendió, tal vez por la realidad de la misma puesto que ella recordaba a la perfección las veces en las que el lobo le había observado con aquella mirada gris que por aquel entonces no sabía lo que escondía y ella ajena a todos esos pensamientos, solo temía las habladurías que circulaban en torno a ellos.

Puede que hace tan solo unas semanas atrás temiera lo que el lobo representaba, ahora su único temor era que hiciera realidad su convicción porque sería cuando verdaderamente se sentiría atrapada entre sus garras.

—Dejé de temeros cuando me robasteis lo que más apreciaba —mencionó sin siquiera mirarle a los ojos.

—¿Vuestra libertad? —Ya os dije que cuando me deis al heredero que necesito, podréis marcharos donde queráis —dijo este realmente convencido de ello.

Por un momento la idea cruzó su mente.

¿Podría ser capaz de abandonar a su propio hijo? ¿Un ser que acobijaría en su vientre durante nueve meses para luego marcharse sin más? Fríamente podría decir que si, pero la realidad es que sabía que jamás sería capaz de algo así.

¿Y porqué se lo planteaba siquiera? Estaba claro que no daría a luz a ningún hijo de ese lobo mezquino.

—Y ya os respondí que no alumbraré a ningún hijo vuestro, lobo —decretó soltando en paño con jabón de mala gana sobre el pecho del lobo justo donde la pastilla había impactado con anterioridad.

La Melodía del LoboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora