Capítulo 23

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Hola flores!!! Espero que hayáis tenido un buen inicio de semana!!!!
Disfrutad del capítulo, estaré actualizando dos capítulos a la semana en cada una de mis historias en curso!

Melissa no sabía si le producía más horror pertenecer al lobo de aquellos ojos grises que provocaban pavor o a su hermano menor con el que ni tan siquiera había cruzado una palabra todavía

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Melissa no sabía si le producía más horror pertenecer al lobo de aquellos ojos grises que provocaban pavor o a su hermano menor con el que ni tan siquiera había cruzado una palabra todavía.

La idea no solo le parecía deleznable, sino que le producía escalofríos. Ella no quería pertenecer a ningún lobo, sino a ella misma y la idea de sentirse presa tras los muros de aquel castillo durante el resto de su vida le helaba la sangre.

—¿Y quien os dice que no prefiera a vuestro hermano antes que a vos? —mencionó Melissa para provocarle, puesto que lo que le habría gustado decir es que ella jamás pertenecería a ningún lobo.

Ni a él, ni a sus hermanos.

El agarre con el que el lobo apresó su brazo, provocó que el cuenco donde estaba el ungüento que le debía aplicar cayera al suelo, no pareció importarle, sino que la asió con mayor fuerza a pesar de que el ruido había provocado algunas miradas indiscretas y la acercó a él haciendo que no tuviera más remedio que mirar esos ojos alarmantes.

—El único hombre que va a poseeros seré yo, tenedlo claro roja.

No era una advertencia, ni una amenaza, ni siquiera una mención. Aquello era una clara afirmación de que le pertenecía solo a él y por el tono de su voz estaba claro que la consideraba de su posesión.

Puede que ella estuviera lejos de pensar en alguno de sus hermanos en ese sentido, pero le parecía una auténtica aberración que él pudiera tener a su amante tras los muros del castillo durmiendo bajo el mismo techo y compartiendo el lecho cuando a ella le prohibía hacer lo mismo.

—Eso estará por verse, lobo —contestó finalmente tratando de deshacerse de su agarre, cosa que no lo hizo de inmediato sino que primero emitió una leve mueca que podría interpretarse casi por una sonrisa sin serlo y después la soltó para sentarse cómodamente en el asiento y dejar que ella le pusiera aquel ungüento—. Podría preparar un brebaje para ayudar a limpiar los pulmones del humo de vuestros hombres y vos.

Melissa quería cambiar de tema, sobre todo porque el lobo acababa de recordarle que en pocos días sería luna llena y que debía hacerse con la daga que su mejor amiga le había provisto si todo había ido bien tras el gran muro que rodeaba el castillo.

—¿Y permitir que envenenes a mis hombres y a mi? No, gracias —bufó hastiado y Melissa creyó que verdaderamente la veía capaz de hacerlo.

—¿Y para qué querría matar a vuestros hombres? Tendría razones para desearos la muerte a vos, pero vuestros hombres no me han hecho nada —atajó continuando con la aplicación del ungüento—. Aún —añadió para ser concisa.

—Tendríais el camino libre para huir del castillo, de lo contrario os lo impedirían —dijo sin siquiera mirarla, sino que parecía distraído observando a su alrededor, seguramente estaba haciendo un recuento de los heridos y hombres que no habían sufrido ningún rasguño.

La Melodía del LoboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora