viii. voy a ir tan lejos como me dejes

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𝐀𝐂𝐓 𝐅𝐎𝐔𝐑. 𝐂𝐇𝐀𝐏𝐓𝐄𝐑 𝐕𝐈𝐈𝐈
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𝐕𝐎𝐘 𝐀 𝐈𝐑 𝐓𝐀𝐍 𝐋𝐄𝐉𝐎𝐒
𝐂𝐎𝐌𝐎 𝐌𝐄 𝐃𝐄𝐉𝐄𝐒








Su último día en el arrecife había llegado. La noche en el arrecife comenzaba a invadir todo el lugar, creando un bonito paisaje. Neteyam y Dayami decidieron pasar el día disfrutando de todas las cosas que la aldea tuviera para ofrecerles.

Aunque el bosque fuera su hogar, mentirían si dijera que no iban a extrañar un poco todo eso por lo que tuvieron que vivir los últimos meses.

Ambos se encontraban en el tope de una de las pequeñas montañas del arrecife, disfrutando de su compañía y como no, aprovechando que estaban completamente solos para disfrutarse el uno al otro.

—Deberíamos volver—. Interrumpe el beso causando que la mujer ruede los ojos. —Tenemos que descansar para mañana—. Le recuerda, mañana saldrían a primera hora en la mañana para tomar camino al bosque. Eran un viaje largo y agotador, por lo que debían de aprovechar el tiempo que les quedaba para dormir.

—Estaba pensando en otra cosa—. Vuelve a juntar sus labios con los de él, profundizando el beso rápidamente. Para ella no es muy difícil seguir besándolo y aún así levantarse levemente de su puesto en el suelo para tomar asiento encima de las piernas del hombre.

—¿Qué estás haciendo?— Pregunta con un suspiro entrecortado al sentirla moverse encima de él. No necesitaba menear sus caderas de manera brusca para hacerlo sentir esa deliciosa fricción.

—Tenemos que disfrutar nuestra última noche aquí, ¿no crees?— Lo mira con esos malditos ojos seductores que siempre conseguían lo que querían, creando mariposas en el estomago del mayor al darse cuenta que era lo que quería.

Los besos de Dayami comienza a bajar por la mandíbula de su novio, comenzando a tocar con sus labios la zona del cuello, cosa que sabía le encantaba a Neteyam. Suelta un jadeo por lo bajo al sentirla lamer su piel.

Había pasado tanto tiempo desde que lo tocaba así.

Gracias a la pelea que tuvieron, la guerra con los humanos y lo enferma que estuvo la mujer, el tener sexo se había convertido en un tema inexistente para ambos. Por lo que cualquier toque que ella le diera, era suficiente para hacer que sus piernas temblaran.

—Hmm, Daya, no podemos—. A pesar de estar disfrutando lo que su pareja estaba haciendo, sabía que ahora no era el momento.

—¿Por qué no?— Se separa de él para mirarlo a los ojos. —No me vengas con "necesitas descansar"—. Neteyam ríe por lo bajo al escucharla, esa era exactamente la razón.

—Pero es la verdad—. Sus manos se posan sobre la cadera de la mujer, acariciando con cuidado la herida ya cicatrizada que sobresalía ligeramente en su piel. —No quiero lastimarte—. La mira dulcemente logrando que la mujer rodara sus ojos en respuesta.

—No vas a lastimarme—. Enreda sus brazos en el cuello del mayor, comenzando a moverse encima de él de nuevo, viéndolo morder su labio al sentirla. —Vamos, Tey, ha pasado mucho tiempo—. Lo piensa unos segundos, pero al final le es imposible decirle que no, menos cuando le está haciendo una propuesta tan prometedora.

La toma del cuello y con fuerza junta sus labios con los de ella, sintiéndola sonreír en medio del beso por haber conseguido justo lo que quería.

La única diferencia sería que estaba vez, no iba a mandar ella en esto. Principalmente porque aún estaba muy delicada y el hombre no quería exigirle que hiciera nada, él haría el trabajo duro y no le molestaba. Además, Neteyam necesitaba sentir ese tipo de poder sobre ella una vez más.

𝗜𝗥𝗜𝗦, neteyamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora