Capitulo 27

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El castaño salió de su escondite con el simple objetivo de disparar a cualquiera que se le cruce en su camino. La ira lo estaba dominando a un paso infernal por el simple hecho de que su amada está en peligro y en manos de un maldito asqueroso.

Un disparo al aire fue el comienzo de la guerra. Los escoltas al ver y oír el disparo de su Jefe salieron de su escondite para empezar con la sangrienta batalla. Las campanillas fueron tocadaa por las balas que se desviaban de su objetivo, las personas que estaban en la sala principal no escuchaban nada de lo que estaba pasando a sus alrededores por la alta música y del bullicio de la gente.

Con agilidad, el castaño disparó a cinco escoltas que estaban sacando su arma para disparar al infiltrado. Tres escoltas disparaban desde arriba en un punto ciego, matando a todos los escoltas que se encontraban en la terraza resguardando desde arriba. Unos cuantos caían desde lo alto por las heridas causadas por las balas, muriendo al instante por la altura.

Sam trató de llamar al escolta infiltrado, pero éste no contestaba en ninguno de los intentos, así que no tuvo más opción que intentar entrar a la mansión como de lugar. En cambio, Kendall peleaba a puño con unas escoltas y dos hombres que se encontraban en la parte de la fuente. No tuvo que usar mucha fuerza porque con un solo golpe o un movimiento exacto derribaba a las escoltas y a los dos hombres, sintiéndose decepcionada por la falta de entrenamiento de esas personas porque en realidad le encantó la idea de pelear a puño limpio.

— Bueno, será en otra ocasión.

Kendall disparó a las personas que fueron derribadas por ellas y luego siguió su camino hacia la zona más libre. Estaba por pasar la reja que separaba la zona por el jardín, pero un disparo se escuchó a su lado y sintió un ardor en la parte de su yugular. Pasó su mano por su cuello y sintió algo líquido para luego sorprenderse de que en realidad era sangre.

— Señorita, ¿se encuentra bien? — una persona se acercó a ella y lo primero que hizo fue revisar el cuello de Kendall, que aún seguía en estado de shock.

Era uno de los escoltas.

— La herida no es tan profunda — suspiró para luego sacar en uno de sus bolsillos una curita. Con su mirada buscó un poco de agua para limpiar la herida y a unos metros estaba una regadera, así que no tuvo más opción que ir a traerla. Por suerte, la regadera tenía agua y con un suspiro de alivio volvió hacia la chica — Disculpe si llego a mojar su ropa un poco — Lavó la herida, secando con un trapo con delicadeza y le puso la curita.

— Gracias.

— No es nada, señorita. A parte de proteger a nuestro Jefe, también debemos proteger a las personas cercanas e importantes para él. Con su permiso, iré con los demás - estaba por irse, pero se detuvo — Cuídese, por favor, no debe bajar la guardia.

— Lo tendré en cuenta, gracias.

El escolta asintió dándole la última mirada y corrió hacia los demás escoltas. Kendall miró a la persona que yacía en el suelo y sin remordimiento le disparó.

— Esto es por casi degollarme, imbécil.

Por otro lado, uno de los escoltas escuchó leves disparos. Pensó por un momento que era alucinaciones suyas, pero un sonido de cristales rompiéndose apagó con todo el bullicio del salón principal. La música fue detenida abruptamente y ahí fue el justo momento que los disparos se escucharon con más fuerza.

Más disparos llegaron a las ventanas del salón y todos los presentes se agacharon para protegerse de las balas. El mafioso Nness apretó su mandíbula por el enojo, ya que estaban interrumpiendo su victoria.

— ¡Asesinen al imbécil que se atrevió interrumpir mi hermosa fiesta!

Los escoltas sacaron sus arma y mientras se dirigían a los puntos ciegos del salón iban sacando el seguro de sus armas. Unas de las balas llegó al cuerpo de dos socios de las mesas principales y otras a cuatro mujeres que eran acompañantes de esos hombres. Uno de los escoltas, protegió a su Jefe mientras lo ayudaba a ponerle en un lugar seguro.

La debilidad de un mafioso (Segunda Trilogía) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora