Capitulo 12

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— Espero que me perdones, yo en verdad trate de esos tipos no te tocaran — dijo Jhosua, sintiendo como unas lágrimas traicioneras se deslizaban por sus mejillas.

Hace algunos minutos se levantó de su cama, aprovechando que nadie estaba en su habitación e importandole poco lo que le había dicho Sam el día anterior de no levantarse por sus heridas, salió de allí para buscar a la pelirroja, sintiendo culpable por lo que tuvo que pasar.

— Realmente no sirvo para esto, ni siquiera tengo paciencia con nadie, a duras penas puedo con las órdenes de mi Jefe. No tuve la suficiente fuerza para matarlos a todos antes de que te pusieran una mano encima — apretó su mandíbula y sus manos por el enojo al recordarlo.

La poca paciencia era lo que le jugaba en contra y eso siempre estaba latente desde que tenía memoria. Era algo que no podía controlarlo y por eso ocasionaba desastres como golpear a muchas personas por la falta de autocontrol, por suerte solo había sido con hombres, pero con mujeres no, a excepción de la pelirroja que era la primera mujer que tenía que soportarla y que casi pierde la cordura cuando la venían trayendo a la mansión.

Fue difícil, no podía negarlo, pero pudo mantenerse sereno en el tiempo que tuvo que cuidarla. Después de todo, había sido una carga para él al tener que cuidar alguien en toda su vida y todo por órdenes de su Jefe, así que debía hacerlo si o si, sin rechistar.

Pero nunca se iba a imaginar que esos momentos iba a ponerse a sollozar por alguien, eso iba justamente a su ego y orgullo. Tampoco se iba a imaginar sentirse culpable por no haberle protegido, claro que había matado a muchas personas al perder la paciencia, pero está vez era diferente, en un modo que hasta él mismo no sabía explicarlo.

— Se puede saber ¿qué haces aquí? — la voz de su Jefe lo hizo darle un brinco del susto y empezó a secarse las lágrimas de sus mejillas.

— Lo siento Jefe, y-yo... quería verla y saber cómo estaba — se levantó.

— Ella está bien, no te preocupes. Debes descansar para que sanen tus heridas.

— Lo sé, pero quería verla — la miró — Le quería pedir disculpas por no haberla protegido bien.

— Lo hiciste bien, porque trataste a toda costa que nada malo le hicieran, pero esos idiotas atacaron mi territorio sin mi presencia y estaban a punto de abusar a una pobre chica,  eso si es cobardía.

— Aún así me siento culpable — suspiró — Me iré a descansar — vió por última vez a la pelirroja y se salió de la habitación lentamente hasta que pudo sentarse en la silla de ruedas e irse a su habitación.

Noah lo siguió con la mirada hasta que desapareció por uno de los pasillos. Suspiró y empezó a caminar hasta la chica.

— Es la primera vez que veo llorar a Jhosua, eso me sorprendió — empezó a cariciar su cabellera roja — Aún mantienes esa suavidad en tu cabellera.

Bajó su mano hasta quedar en su mejilla, y sin querer, la pelirroja empezó a frotarse en su mano de una manera dulce y se acurrucó más para sentir su tacto. Al instante, Noah sacó su mano de la mejilla, sintiendo un poco raro por las acciones de la pelirroja. Abby hizo un puchero y aquello no pasó de desapercibido por el castaño, que hasta lo vio ¿lindo?

Noah sacudió su cabeza, negando las ideas que venían por su cabeza.

— Que carajos — susurró mientras volteaba — Acaso ¿estoy loco?

Suspiró.

— H-hola... — la voz de la pelirroja hizo que se volteará para verla.

— Al fin despertaste. ¿Te encuentras bien?

La debilidad de un mafioso (Segunda Trilogía) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora