— Y-
Abby no dejó que el castaño siguiera hablando, porque rápidamente atacó sus labios en un beso un poco torpe al principio, pero que a los segundos pudo dominar. Aquel beso lo tomó por sorpresa, pero al ratito reaccionó. Los dos se surmegieron en un beso que se tornó apasionado a los pocos minutos; las manos del castaño picaron por tocar la piel de su amada, por lo que subió un poco la blusa de seda y empezó acariciar su cintura y hasta su espalda. Luego bajo hasta acariciar sus muslos, de arriba a bajo muy delicadamente. Apretó levemente y pudo escuchar un pequeño gemido.
El castaño se separó un poco con su respiración agitada; la castaña relamió un poco sus labios y estaban muy hinchados.
— Te preguntaré de nuevo, amor ¿estás segura?
— Nunca había estado tan segura.
Sus ojos brillaron ante la poca luz de la habitación y ella se dió cuenta. Los dos sonrieron, sumergiéndose en una felicidad inigualable que emanaba por sus poros, donde esa noche sería un antes y un después para la pelirroja porque sería entregarse por completo a la persona que ama. Así lo considera ella porque nunca había sentido algo así por una persona, pero entendía perfectamente que estaba mal, que amar a un criminal era mal visto y a la vez prohibido.
Amar a la propia persona que la mantuvo encarcelada y con la intención de matarla después de que cumpliera con su objetivo, era grotesco. Pero lo olvidaba completamente cuando él le protegía, le cuidaba, le acariciaba, cuando la besaba, cuando la hacía sentir querido y amada. Perdía los estribos ante todo cuando él estaba a su lado.
Un gemido escapó de sus labios al sentir las manos del castaño acariciar sus pechos mientras besaba su cuello.
— Debo agradecer mucho que las paredes sean de un material para que nadie escuchen tus gemidos.
— N-Noah.
— Si, cariño, gime mi nombre.
Una de sus manos bajaron hasta sus muslos y abrió sus piernas para meterse entre ellas, escuchando nuevamente otro gemido. Cada tacto que daba, Abby se retorcía debajo suyo con un color carmesí adornando sus mejillas.
Lentamente, sus besos viajaron por el hombro de la pelirroja, bajando la tira de la blusa mientras que su otra mano bajaba la otra. La blusa blanca es de seda, fina, y un poco floja, así que fácilmente se deslizaba por sus brazos.
Le encantaba besar y tocar aquella piel pálida y suave, hasta escuchar las hermosas melodías que salían por su boca en cada ocasión que la tocaba. Las manos de la castaña se mantenían en la nuca y cabellera del castaño, sintiendo como iba bajando sus besos por todo su cuerpo hasta llegar al filo del short. Se tensó rápidamente al sentir las yemas de sus dedos subir por sus muslos hasta esa zona prohibida, sosteniendo su mirada en ella mientras lo hacía.
— Cada beso que estoy adornando en tu hermoso cuerpo, es con mucho amor. Las palabras quedan cortas, pero las acciones perduran por la eternidad. Estoy intentando borrar el rastro de cada persona que ha puesto una mano encima en tí, porque no mereces tener las cicatrices de esas personas en ti, mi amor.
Esas palabras tocaron el pobre corazón de la pelirroja. Sus lágrimas mojaban sus mejillas por las combinaciones de emociones que estaba sintiendo en esos momentos.
— No llores, mi amor — sutilmente borraba ese rastro y la besó suavemente.
Con timidez, las manos de la pelirroja viajaron a su nuca y luego una la bajó hasta su espalda. El castaño se separó un poco, los dos combinando sus respiraciones agitadas.
— ¿Aún quieres seguir, cariño?
— Por supuesto.
Esa respuesta logró sacarle una gran sonrisa.
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La debilidad de un mafioso (Segunda Trilogía)
Mistério / SuspenseQuién creería que aquella chica pelirroja llamada Abby se convertiría en su debilidad y su perdición Su vida criminal tuvo una razón. Su vida se volvió en un laberinto de peligros donde la mafia era un camino fácil para encontrarlo a la persona que...