Capítulo 48

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Anastasia.

Respiro profundamente para obligar a mis músculos a que se relajen, mientras que una pequeña punzada de dolor me recorre en toda la palma junto al familiar cosquilleo que comienzo a sentir con más intensidad con el paso de los días, cosa que me alegraba en varias partes, así como me asustaba.

Me da miedo que ni con todos mis esfuerzos, mi mano no recupere algo de su poca normalidad. Ni siquiera para poder escribir o sostener cosas.

Ese era uno de mis más grandes temores.

Sin embargo, Grigori era un buen fisioterapeuta que levantaba mi moral cuando estaba teniendo un día de mierda— los cuales han sido más frecuentes desde que te me desperté del coma —las terapias, eran un buen distractor para que no pensara con tanta a profundidad, acerca del vacío en mi pecho que comenzaba a crecer con el paso del tiempo.

La grieta se hace cada vez más grande y aún, no puedo identificar de dónde viene en realidad.

Por lo tanto, no tengo ni la más mínima idea de como repararlo.

—¿Duele esto, señorita Becker?— la voz de Grigori, me saca de mis pensamientos y un siseo, se escapa de mis labios sin poder evitarlo— tomaré eso como un sí, señorita Becker—

—Ana— lo corrijo, me sonríe con su típica amabilidad desde que lo conocí— solo Ana, Grigori. El señorita, solamente se lo dejo a mi trabajo, por favor—

—De acuerdo, Ana— responde con voz animada, vuelve a mover mis dedos para cerrarlos en puño— ¿Duele?—

Niego.

Abre mi palma otra vez, para trazar pequeños círculos en mi piel y nuevamente, ese cosquilleo vuelve de forma latente pero un poco más fuerte que hace un par de días, se siente agradable, pero al mismo tiempo, me da un poco de comezón.

—¿Sientes algo?— asiento— ¿Que sientes?—

—Cosquillas, pero son bajas, como si aún no pudieran aumentar su potencialidad...— respondo en voz baja— y algo de comezón. Las cicatrices, suelen darme algo de comezón—

—Eso es bueno—

—Es pequeño—

—Exactamente— sonríe enormemente. Como es habitual, su entusiasmo y el amor con el que hace su trabajo, eleva un poco más mi ánimo— el hecho de que demos un pequeño paso, no significa que estás tardando demasiado en terminar la carrera—

—Lo sé—

—A veces, las grandes cosas, suceden por las cosas más pequeñas e insignificantes— vuelve a cerrar mi puño, mi mano comienza a temblar leventemente y algo en mi pecho, cala con dolor al saber que ese temblor, nunca se irá— lo lamento—

Frunzo el ceño.

—¿Por qué?—

—Por no poder decirte que el temblor que tienes en tu mano, se irá— responde en tono suave, casi empático— es una mierda, saber que puedes tener el mejor resultado, pero...—

—Al final, las consecuencias, siguen ahí— termino, asiente— no necesitas disculparte, Grigori—

—Eso lo sé muy bien, lo que te pasó en la mano no fue culpa tuya, ni mía, más...— suspira con cierta tristeza— todos en algún punto, necesitamos escuchar un lo siento de otra persona para hacerle saber al afectado que no está solo. Puede ser que no lo lamente en realidad, o puede que sí. Sin embargo, el poder decir un lo siento ante cada situación de mierda que pueda haber en la vida, es como si fuera un pequeño bálsamo para decirte: ¡Hey! Puede ser que no haya pasado lo mismo que tú, pero lo siento, porque eres una persona que no merecía pasar por ello— me quedo en silencio— ¿Me entiendes?—

Atractiva Seducción (HDLF #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora